Cap: 54

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Miedo, todos han tenido miedo, la emoción que trae consigo, la curiosidad por saber opaca el sentido común y todos lo experimentan y se sienten insatisfechos. Tienen la necesidad de volver a sentir miedo, pero Mateo no, él era del tipo de persona que prefería sufrir lo menos posible, deslizaba las páginas de los libros con suma delicadeza, no usaba los cuchillos en casa si no era necesario y tanto para él, como para sus subordinados, la seguridad era primero.

Él le temía al miedo y al dolor, y creía que ambos iban siempre acompañados del otro.

Antes y después de que las cosas se salieron un poco de control, temía lo que podría pasar, y cuando Pato había irrumpido en su oficina y le había dicho esas cosas, la sensación lo consumía y lo peor es que no se iba, habían pasado los meses y le dijo a Pato que las siguiera, pero según él nada había pasado y Mateo no había nacido ayer, por lo que estaba seguro de que le mentía.

Pero otra vez, él tenía miedo, tenía miedo de la verdad.




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Valentina no le tenía miedo a nada, o eso es lo que solía pensar y decirse a si misma, se creía invencible, y cuando a su contacto -o sea el antiguo Jefe de la mafia del Norte- se le ocurrió la grandiosa idea de juntarse en su territorio para idear un plan, ella no pudo estar más de acuerdo.

Si sus cálculos no fallaban, Ramón había escapado exactamente hace cuatro meses y suponiendo que aún no lograba abrir el maletín, entonces solo significaba que en cada día que pasaba estaba más cerca de que pidiera ayuda, o cometiera un error y se dejará ver, y eso es lo que ellos usarían a su favor.

—Nadie más que tú lo sabe, ni siquiera él. De eso me aseguré estos últimos siete años.

Por supuesto que era así, Valentina estaba segura, que él estuviera vivo nadie podía imaginarlo, y es que hasta ella aún no lo creía, aunque estaba en frente suyo. Media casi 1,90 y su altura junto con sus ojos pequeños y hundidos, que apenas se veían por su cabello, antes rubio que caía en su frente ahora de un color rojizo, su mandíbula afilada y cuerpo musculoso que se veía a través de aquel traje completamente blanco con la excepción de unos guantes de cuero negros, le daban la sensación de que el tiempo no había pasado, junto a su usual aura de poder y superioridad, era como si él siguiera siendo el Jefe más poderoso de la mafia, como si nada de lo que paso hace siete años hubiera ocurrido realmente.

—Y por eso, Valentina, me ayudarás. ¿Verdad?

Ambos se encontraban en un almacén abandonado, las ventanas estaban sucias sin dejar a los rayos del sol hacer su trabajo y dejando que la oscuridad se apoderará del lugar, pero en medio de eso estaba él, mirándola con recelo y esperando por una respuesta a su pregunta que parecía más una amenaza, Valentina podría decir que no le tenía miedo a nada, pero ahora no podía negar que, temblaba ligeramente, y no por el frío, su estómago tenía un nudo, y no era porque estuviera enferma, su boca estaba seca y no porque estuviera deshidratada. La realidad era que Valentina tenía miedo.

—Sí claro. —No pudo controlar su voz, cree que fue muy obvio que le costó decirlo, y se dio cuenta que su respiración y pulso cardíaco eran frenéticos.

—Perfecto. —Sonrió de lado y se acercó unos pasos con lentitud, haciendo que ella se pusiera inevitablemente alerta—. Entonces... Valentina... ¿Quieres saber dónde está Ramón?

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora