Cap: 69 Comienzo

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Fue Mijaíl el que se encargó de sacar a Ramón de ahí, la explosión casi lo había alcanzado, estaba sangrando de el oído izquierdo y una bala lo había alcanzado en el muslo derecho, pero nada de eso le impidió correr apenas hasta la parte trasera de la construcción, y alcanzar a ver a unos metros como Ramón abrazaba a Fabiola.

Por esos segundos creyó que todo estaba bien, el Jefe del norte había escapado, Valentina también, Ramón estaba a salvo, en lo que se podía decir, y ahora Fabiola estaba con ellos.

Por el rabillo del ojo pudo divisar a los de la mafia del Jefe, la mayoría estaba ileso, pero con indicios de lo ocurrido, no le tomó mucha importancia, y aprovechó el pánico y caminó hasta su amigo con un poco de dificultad, pero a cada paso la seguridad que creía tener se fue desvaneciendo al escuchar a Ramón sollozar de forma desgarradora, y fue cuando llegó a su lado y se arrodilló en la nieve que logró ver con claridad todo, se le heló la sangre por unos segundos al ver la escena y sus ojos picaron en lágrimas que salieron poco después.

El cuerpo de Fabiola estaba en el abdomen lleno de sangre, rojo, todo era rojo y la nieve contrastaba de una forma que nunca debió ser, su rostro era pálido y yacía quieta como si estuviera durmiendo, le encantaría que sólo estuviera durmiendo, Ramón murmuraba en voz baja algo que Mijaíl no podía escuchar, y cuando todos a su alrededor se empezaron a integrar y ayudar a los pocos heridos y los que no lograron escapar, fue que con pesar tomó a Ramón de los hombros y lo separo del cadáver, él sólo se dejó, no gritó, no habló, tampoco objetó, solo se dejó llevar cuando Mijaíl tomó a Fabiola y le hizo una seña para que lo siguiera al automóvil con el que había llegado.

Parecía en trance y Mijaíl se mantuvo en silencio, el maletín yacía en los asientos traseros donde Ramón acariciaba el rostro de Fabiola con delicadeza, y sólo cuando comenzó a avanzar se dio cuenta que Vladimir lo veía a la distancia, mantuvo su mirada unos segundos más hasta dar la vuelta y alejarse del lugar.




[. . .]




Por poco habían logrado escapar, saben que tuvieron suerte y estaban agradecidos por ello, pero están más que seguros de que fallaron en todos los sentidos, Vladimir miraba la escena con frustración, el polvo y los escombros no le daban la mejor de las vistas, y de alguna manera sentía un poco de pena al ver a César luchando por hacer que Romina reaccionara, o ver a Carlos intentando detenerlo en vano dejándolo con una expresión afligida, también a unos pasos a Luciano luchando con su propia respiración después de sufrir un ataque de pánico, estando Danilo y Dimitri a su lado ayudando, intentando recordarle como debía respirar.

Sabía que una bala le había perforado cerca del hombro izquierdo y su tobillo también izquierdo le punza, pero aunque quisiera no podía sentir dolor, estaba en shock quizás, o sólo cansado, tanto físicamente como mentalmente, o tal vez sólo no sabía cómo continuar.

Otra vez estaba dudando.

Sabé que cuando vio los explosivos corrió lo más rápido que pudo, pero estar parado en medio de todos lo confundía, como había llegado allí ya no lo recordaba, pero si él porque habían ido todos ahí en primer lugar, y se permitió dejar todos los otros pensamientos de lado y comienza a buscar con la mirada a Ramón, a Mijaíl, hasta al Jefe del norte si era necesario, pero sabe que en su estado no podría hacer nada, aun así ve más allá de la nube de partículas, y es cuando logra distinguir el cuerpo de Mijaíl, en lo que sería la parte trasera de la construcción a un lado del acantilado oculto en medio de la vegetación, con Ramón atrás, ambos dentro de un auto y sabe que cuando comenzó a avanzar podía ir y detenerlos, pero por alguna razón no lo hizo y sólo se quedó en su lugar, era lo mejor.

Horas más tarde cuando estaban todos en la cabaña sólo le dijo al Jefe que Ramón y su cómplice habían desaparecido, rodeado de sus compañeros le dijo que después de la explosión nadie lo había visto.

¿Por qué?

No lo sabe. O sólo supone que no lo entiende.

Pudo decir la verdad, pero no sabe porque no dijo nada, y el porqué de haber escrito la patente del automóvil y haberla guardado tampoco.

Y estando sólo en el bosque en frente de la cabaña se pregunta porqué no debería ir al despacho del Jefe y darle el número de la patente para poder rastrearla, después de todo el debería hacer de todo para atrapar a Ramón.

Entonces.

¿Por qué lo dejó escapar?




[. . .]




No recuerda cuando se quedó dormido, la verdad es que nunca lo hace, pero ese día estuvo dando vuelta una y otra vez la misma imagen de Fabiola muriendo, la repetía y en cada una creía que nada de eso era real, algo muy iluso de su parte, porque el cuerpo de ella era prueba suficiente de que nada sirvió, de que fue su culpa, de que no pudo salvarla, era prueba de que Fabiola estaba muerta.

Ramón no quería abrir los ojos, le dolía la cabeza y todo su cuerpo pesaba, no sentía frío, o calor, tampoco las sábanas bajo sí, sólo el dolor estaba presente y sabía que no lo abandonaría en mucho tiempo, es más, estaba seguro de que moriría y aun así escucharía el sonido del balazo, vería el cuerpo en la fría nieve y sería testigo de cómo su vida se escapaba de sus manos sin poder hacer nada más allá que sostenerla con fuerza, esperando que se retrasará el final sosegado y permanente, ese sería su castigo eterno.

Pero no estaba dispuesto a pagarlo solo.

Se levantó con pereza del colchón y aprecio su entorno, era una habitación de paredes azules, en frente de él una ventana con cortinas que movía el viento le daba una vista precoz del atardecer y los escasos muebles parecían viejos y llenos de polvo, en uno de esos el maletín permanecía cerrado, cómo esos últimos seis meses, y pronto se dio el trabajo de mirar el reloj que estaba a un lado, ahí marcaba las ocho con cinco y el día lo hizo sonreír amargamente.

Sería en dos días más.

En dos días habría sido el cumpleaños de Fabiola.

No le gusta pensar en ello como algo del pasado, no habían pasado ni un par de horas y ya todo había cambiado. Sí sólo hubiera corrido más rápido, si sólo hubiera llegado a tiempo...

Ahora sabía que tenía que hacer, el supuesto plan de Mijaíl de chantajear a las personas poderosas se iría a la mierda, ahora él mandaría, él tenía el maletín, él tenía el poder para hacer algo y lo haría.

Se iba a vengar y nadie lo iba a detener.

El Jefe estaría orgulloso, su plan al final se volvería realidad, con la única diferencia de que sería él la persona que tendría la vida de todos en sus manos, él los mataría a todos.

Y el del Norte estaría arrepentido de no haber muerto ese día.

Hace siete años...




FIN DEL PRIMER LIBRO

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora