Cap: 68 Parte 2

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A veces se quedaba mirando a la nada y se perdía en su mente, otras veces se esforzaba por hacer de todo para que sus pensamientos no inundarán su cabeza, y a veces estaba dispuesto a todo por lograrlo.

No recordaba cuándo fue la última vez que se quedó en blanco mirando un punto invisible en algún lado, tampoco recuerda cuales eran sus principales designios o ideas, pero justo ahora sabe que si se deja llevar sólo creará confusión, tendrá un anhelo, un propósito y sabe que aunque haga hasta lo imposible no va a poder cumplirlo, no quiere pensar, no quiere sentir, pero sobre todo no quiere creer, tener esperanza. Eso era algo que ya no se permitía, era algo que no merecía, y si se quedaba mirando a la nada solo se iba a llenar de sentimientos que no quería volver a experimentar.

Todo era por ella, Fabiola.

Aunque él lo sabe, presiona el acelerador y sube la velocidad del vehículo, con la esperanza de llegar a tiempo, pensaba que su Fabiola era como una hermosa rosa, quería creer que si le dedicaba amor ella sería inmarcesible, y que no se podría romper por más frágil que pareciera.

Antes quiso creer que robando el maletín y encontrando una cura podría tener el mundo a sus pies, y recuperar su pequeño pedazo de seguridad, la salud de su hija, creía que cuando estuviera todo listo, podría hacer que las personas más poderosas del mundo siguieran sus deseos e impidiera que ella se marchitará, que muriera.

Si tenía un arma como el maletín podría extorsionar a todos para que encontraran una cura, pero si lo pensaba nunca nada le aseguro que podría llegar a hacer todo lo que le prometió a Belén, porque un pequeño aleteo de mariposa traía sus repercusiones, y si dejaba que sus pensamientos se apoderen de su ser, sabía que el murmullo en su cabeza se convertiría en un gritó que ya no podría callar, porque sabía que quizás tenía razón.

Nada de esto era necesario.

Y sabe que si no acelera, entonces después de ese día solo podría arrepentirse.




[. . .]




—Se está moviendo. —Frunció el ceño y acercó el dispositivo para comprobar las calles por donde debían pasar, se aseguró de decírselo a Carlos para que tomara unos atajos.

Vladimir sacó su comunicador y les informó a todos lo que estaba pasando, y miraba como el punto rojo que representaba a Ramón estaba yendo hacia el sur, y poco a poco se acercaba a una de las fronteras, casualmente a una que quedaba más lejos, si tenían suerte podrían estar a unos kilómetros de distancia, pero cuando llegarán con los atajos estarían retrasados en casi diez minutos de diferencia, pero con el hecho de estar en el mismo sitio era estar más cerca de atraparlo.

Aproximadamente seis automóviles iguales le seguían y estuvieron andando por poco más de una hora y cuando comenzaban a detenerse fue que llamó la atención de sus compañeros, Vladimir había entendido a donde estaba yendo y cuál era el destino.

—¿Ya te diste cuenta?

Carlos a su lado soltó el aire retenido.

—Claro que sí. —Dijo con voz temblorosa doblando en una intercepción y acelerando por el camino empinado.

—Éste lugar... Es donde él murió. —Comentó casi en trance mirando por la ventana—. ¿Qué hace aquí?

—¿Es donde murió el del Norte? —César se asomó y vio la pantalla con recelo—. ¿Creen que sepa que lo descubrimos?

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora