Cap:24

139 9 5
                                    

¿Cuánto es dos más dos?

Muchos reconocerán esa frase como la pregunta más básica en el principio de la enseñanza o simplemente para reír un rato, pero la verdadera pregunta debería ser:

"Porque dos y no otro número"

Siempre lo había pensado de esa forma, quizás a estas alturas no era algo importante pero Ignacia creía pensar que todo era importante y mientras divagaba en su oficina se preguntaba, porque, solamente porque y que mejor que empezar con la pregunta que más veces le habían hecho en su vida, era algo extraño pero ella era conocida más que nada por eso, así que no se preocupaba, menos se avergonzaba.

Había sido una semana lenta y un tanto extraña después de lo que paso con la Elecma, el jefe no volvió a comunicarse y de eso ya eran dos días, no es como que lo extrañara, no, claro que no, pero podría decir que estaba preocupada, sobre todo después de lo de la nota, por eso no entendía porque el Jefe no las había llamado, a su parecer ellas estaban bajo amenaza y creía que el único modo de que la otra mafia no pensará que la tenía fácil con ellas era ir y enfrentarlos, quizás matarlos o hacer explotar algo, pero solo les había dicho que se mantuvieran igual que siempre y que no actuaran por cuenta propia.

—No le voy a hablar, lo voy ignorar por ser como es. —Dijo decidida alzando las manos en puños.

—¿A quién vas a ignorar? —Ignacia saltó en su sitio por la inesperada interrupción y miró a su compañera que venía entrando—. Ya estás empezando a hablar sola otra vez, cada día estás más rara.

—Ya deberías estar acostumbrada. —Le respondió de vuelta—. Además no puedes solo entrar, tienes que tocar no seas mal educada.

Dominic que buscaba unos expedientes se detuvo y vio a Ignacia en el escritorio y después buscó con la mirada lo más cercano que tuviera, que era un periódico del día, lo agarró y se lo tiró dando justo en la cabeza.

—También es mi oficina así que no tengo porque golpear.

—Pero si no golpeas vas a interrumpir cada cosa que yo haga. —No alcanzó a protegerse y adolorida se cubría el golpe intentando pasar el dolor.

Dominic rodó los ojos y cuando encontró lo que buscaba se sentó en el lado opuesto.

—No hemos avanzado en la investigación casi nada desde aquella vez. —Comentó intentando sonar desinteresada—. Quizás si hacemos...

—No. —Ignacia miró a Dominic con el ceño fruncido y torció su sonrisa hasta casi desaparecer—. No podemos hacer nada, no ahora, hay que esperar un tiempo, no podemos arriesgarnos a que nos atrapen. Solo sigue las órdenes. —Recalcó.

—Lo entiendo, pero va a ser muy sospechoso, no lo crees. —Le cuestionó sacando los documentos y dejándolos en el escritorio esparcidos—. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada, hay una pequeña probabilidad de que alguien se de cuenta y pregunté, o peor investigue y caeríamos al vacío, ambas, ellos conocen nuestros rostros y si se enteran todo estaría en peligro.

—Crees que no lo se. —Respondió Ignacia un tanto más alto sin aligerar su expresión—. Sé a lo que nos enfrentamos, sé los riesgos y sé que pueden sospechar.

—No lo decía de esa forma pero creo...

—No Dominic, tú no sabes nada. —Ella quedó un tanto extrañada por como su compañera se estaba comportando—. Crees que sabes pero no es así, en cuanto al caso de las mafias, sólo hay que esperar un poco y retomar todo cuando esto se solucione. Ya lo dije, ¿no? Sigue las órdenes.

El silencio incómodo apareció cuando ella terminó de hablar y sólo hasta entonces se dio cuenta de el tono de sus palabras y lo enojada que había sonado, pensó en disculparse pero antes de poder siquiera abrir la boca para hablar, Dominic enfrente de ella se paró abruptamente de su silla en un ruido sordo y recogió todo rápidamente después de mirar a su compañera.

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora