Cap: 56

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Luciano no cree haber cerrado la puerta de su auto siquiera, estaba más centrado en caminar rápido hasta la entrada de la cabaña, tampoco le prestó atención a su alrededor y cuando entró solo fue consciente de haber chocado con alguien y que decían su nombre con un toque de extrañeza, pero no sabía si lo estaba imaginando o algo, ya que creía que era la voz de Danilo llamándolo una y otra vez.

No le tomó importancia, tampoco giró para comprobarlo, más bien su mirada estaba fija en la puerta frente a él siendo custodiada por Octavio, que lo veía con un ceño fruncido de pies a cabeza sin terminar de comprender qué hacía allí.

—¿Y Dimitri? —Fue lo primero que dijo analizando su descuidada apariencia.

—Necesito verlo. —Habló agitado intentando esquivarlo, pero él no se la dejaba fácil y se interponía con vehemencia—. Es importante.

—Luciano. —Lo llamaron otra vez, pero con la última pizca de valentía vio por encima de su hombro a la persona confundida y expectante, y no se equivocaba antes, ya que Danilo estaba ahí—. ¿Qué sucede?

Un suspiro abandonó sus labios y con resignación fue bajando sus ojos de su rostro hasta su muñeca, ahí podía ver con un poco de amargura el brazalete que le había regalado Ramón, uno idéntico al suyo.

Cerró los ojos ya sin fuerzas y giró hacia Octavio.

—Déjame pasar. —Sentenció y quizás sonó desesperado o quizás su rostro no era el mejor, ya que, él con precaución se hizo a un lado sin apartar su mirada.

No agradeció, ni espero a que terminará de moverse, Luciano ingresó apresurado al lugar y cerró tras de sí.

—¿Qué haces aquí? —Le preguntó Vladimir, estaba sentado en frente del Jefe con unos papeles en sus manos—. Se supone que deberías estar en el laboratorio junto a Dimitri. ¿Dónde está él?

No lo miró, ni le contestó, Luciano veía al Jefe con ansiedad. Él levantó una ceja en un gesto silencioso de interrogación y al tener respuestas no dudo en dárselas.

—Ya sé como lo hizo. —Dijo con voz ahogada caminando hasta el escritorio y quedándose de pie negando sentarse, estaba demasiado eufórico para eso—. Él me usó, a mí y a Danilo.

Sabía que estaba actuando como un loco y que hablaba demasiado rápido, hasta respirar le costaba y es que creía que en cualquier momento iba a estallar.

—Primero que nada necesito que te calmes. —Le dijo el Jefe alarmado.

Vladimir lo veía con curiosidad, y levantándose de la silla tomó del codo al recién llegado y lo sentó contra su voluntad.

—Respira. Te va a dar un ataque de ansiedad si no lo haces.

Y era verdad, tampoco sería la primera vez que algo así le pasará, y Luciano hace ya bastante que no pasaba por eso, por lo que se concentró y respiró por unos minutos hasta estar más tranquilo. Vladimir no había dejado de estar a su lado mirándolo con preocupación, y él dio un suspiró pensando sus siguientes palabras.

Y en vez de hablar se saca su brazalete y lo deja encima de la mesa, allí lo ve con detenimiento y piensa en su teoría, quizás él estaba escuchando ahora, por lo que les hace una señal al Jefe, Vladimir es quien lo toma y sale por la puerta con su símbolo de la amistad según su antiguo amigo.

—Estuvo escuchando, el brazalete es como un comunicador, desde que me lo dio han estado ocurriendo coincidencias extrañas, como cuando secuestramos a los científicos, fue Ramón quien se ofreció y parecía demasiado interesado, él lo sabía. —Susurra con lentitud acercándose a la superficie de la mesa para que el Jefe lo escuchara—. Por eso se enteró, nos estuvo espiando todo este tiempo.

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora