Cap:4

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Decir que abandonar su trabajo por un par de horas e ir con el Jefe era arriesgado e imprudente era poco, ambas sabían que nada de eso era un juego, y apostar nunca te asegura la victoria. Menos si tu vida ya no depende de ti.

"El Jefe nos llama"

Cuántas veces había escuchado esas cuatro palabras era un misterio, más aún si las decía Dominic de forma tan seria, cómo ahora. Había veces en las que no se limitaba a llamar directamente a ellas, por lo que solía hacerlo uno de sus subordinados, pero cuando esto sucedía y él llamaba, debían llevar noticias, y lo mejor era no hacerlo esperar, él no se caracterizaba por su paciencia o su gran sentido de la bondad, por algo era el jefe y no cualquier persona.

Se encontraban en completo silencio avanzando por la carretera hasta el lugar indicado, cuando los autos y los edificios empezaron a quedar atrás, siendo lo único que se observaba por la ventana árboles, caminos rocosos más que las casas super modernas y construcciones elaboradas pasarán a ser cabañas, siendo el aire era más puro y el lugar más silencioso, significaba sólo una cosa, estaban cerca.

Ignacia se sabía el camino de memoria, tanto para ella como para Dominic, era normal ir para la cabaña, ya sea por alguna reunión, o simplemente para entregar sus avances como agentes del departamento de antinarcóticos, lo que las mantenía nerviosas era lo que había pasado esa misma mañana en la Brigada, lo habían atrapado y ni siquiera pudieron entrar nuevamente a ver si es que el sospechoso había escapado, o seguía en el interrogatorio, esto último lo dudaban, pero pudieron haberlo atrapado nuevamente, y eso sería culpa de ambas.

Debían seguir un plan, esas eran sus únicas órdenes.

Al divisar el camino que se cernía por la ruta casi intransitada, y a lo lejos la aparentemente abandonada cabaña que era su destino, ninguna dijo nada, pero aún así ambas supieron que debían estar preparadas para cualquier cosa, allí dentro podía pasar hasta lo más impredecible.

Al llegar y estacionar el auto, las dos muchachas se bajaron con seguridad, una de ellas llevaba consigo un sobre amarillento.

Solo se leía clasificado.

Al entrar todo estaba en una oscuridad que si no fuera por el gran ventanal o las luces sería absoluta, sin importar que afuera seguía siendo de día, Ignacia y Dominic caminaron en una línea recta desde la puerta de entrada hasta el final del pasillo que era adornado por paredes de madera y piso excepcionalmente limpio, allí se encontraba un hombre, era alto vestía casi completamente de negro, tenia una postura rígida custodiando la puerta, las veía con el ceño fruncido, serio, o más bien preocupado, se hacían una idea del porque.

—Venimos a hablar con el Jefe. —Informó Ignacia, aunque era obvio debía hacerlo, era la regla.

El hombre las miró detenidamente, para luego de unos segundos asentir y abrirles la puerta, suponían que la persona dentro ya sabía que habían llegado.

—Gracias Octavio.

Dentro había una mesa redonda en donde solo estaba una persona sentada, era de piel ligeramente bronceada que por la escasa luz del lugar parecía solo una sombra, cabello sedoso y negro con un sencillo corte en la nuca, dejando el resto ni tan corto ni tan largo que caía en ondas justo a la altura de sus ojos, la medida perfecta para que no le estorbara, estos eran oscuros, que más que ser penetrantes o abismales, eran fríos, vacíos, y mantenía la vista fija en su copa de vino que siempre se mantenía llena. Detrás de él estaba parado otra persona, está era incluso más alto que Octavio, y se veía mucho más intimidante pero no por su apariencia sino por su aura, o eso parecía, pálida piel y sus ojos claros parecían querer saber todos tus secretos, él veía detenidamente a las recién llegadas, analizándolas, asintiendo disimulado al ver sus rostros de preocupación, ambas entendieron el mensaje.

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora