Cap: 43

95 7 7
                                    





En la Elecma ya no reinaba el silencio, sino la duda, la mentira, el odio y la espera, cada uno por separados dejaba una marca que todos querían ignorar, más no podían, y al final se resumía a un sólo momento, y ese era un Ernesto en terreno haciendo vigía, y un Martín acompañándolo para poder tomar aire fresco, o bueno esa era la idea, pero como siempre no todo puede ser perfecto menos para el Jefe de una mafia.

Ernesto solo se había girado un segundo, todo alrededor estaba normal, por lo que bajo la guardia ese segundo, y fue un estúpido descuido, eso le costó quizás la vida a uno de sus compañeros.

—Eso responde a tú pregunta Ernesto. —Había dicho Santiago con resentimiento después del caos—. Porque yo creo que lo hace.

El cuartel de la Elecma esperó por una respuesta del líder, él en cambio sólo bajó la cabeza sintiendo la misma culpa que en la mañana cuando perdió a Martín.

—Hermano...

—No. —Su voz era fuerte y clara y sus ojos pardos estaban llenos de determinación—. Tenemos ahora una idea de lo que pasó...

Vio el lugar, lo que antes era un pulcro cuartel de reuniones con computadoras y dispositivos de rastreo ahora solo era un cuarto con escombros y el antes suelo limpio estaba lleno de fotografías con un profundo significado.

—Fue la Mafia del Jefe. —Y ahí estaba la respuesta—. Ellos fueron los que lo hicieron...

Aun así decirlo en voz alta no hacía más que mostrarles la realidad, no era más que confirmar que era real.

—Fueron los que secuestraron a Martín. —Carolina fue la que lo hizo real y todo por decirlo en voz alta, porque hacerlo real fue mucho peor, ya que eso había sido culpa de todos.




[. . .]




Decir que había sido difícil entrar era mentir, porque poner unas cuantas bombas, crear pánico e infligir temor, fue hasta divertido si le preguntan a cualquiera, y era todo a causa del Jefe ya que les había proporcionado un mapa con toda la infraestructura del cuartel de la Elecma, todo lo demás como colocar los explosivos y escapar fue muy sencillo.

Sin mencionar cuando Ignacia y Danilo habían secuestrado a Martín.

Fue todo demasiado fácil.

En primer lugar, en el momento en el que ellos los habían estado siguiendo y los subordinados de Ernesto no los habían visto ya era de por sí extraño, en segundo lugar, estaba el hecho de que el sujeto no puso resistencia, pero ya habían descubierto el porqué, y era que al parecer el tipo estaba enfermo.

—¿Y si lo que hagamos empeora su estado? —Fue la pregunta de Danilo cuando les habían dejado el mensaje a la otra mafia y se encontraban de camino a una bodega abandonada—. Porqué sólo debes mirarlo y te darás cuenta de su condición. —Y por mensaje se referían a las bombas y las fotos—. Él tiene fiebre y sólo han pasado tres horas. —Comentó con un poco de preocupación filtrada por su voz.

Él iba conduciendo y desde el retrovisor vio la parte trasera de la camioneta donde estaba atado, con una venda en los ojos y cinta adhesiva en su boca, ese chico, lo conocía de antes, creé recordarlo de esos días en la escuela, pero decide ignorar esos pensamientos.

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora