Cap: 59

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No sabía como decir que no, en realidad si sabía decirlo, pero el problema era que no podía decir el porqué de aquel no, Valentino pensaba en alguna excusa cuando un viernes de repente lo había llamado Víctor diciéndole que ya no era necesario que estuviera allí.

—Ya han pasado casi cinco meses. —Dijo del otro lado del teléfono—. ¿Cuándo piensas volver?

Estaba en la sala común esperando como todas las noches una hora en específico para poder salir sin que nadie sospechara.

—Cuando sea seguro. —Había respondido con seguridad, y daba gracias a que Víctor no podía ver su rostro, porque en esos momentos tenía una mueca al no saber qué decir, y esperaba que no hubiera sonado de alguna forma sospechoso.

—No ha pasado nada relevante en los últimos dos meses. —Víctor parecía estar perdiendo la paciencia y él ocuparía eso a su favor—. Es seguro.

—¿Quién lo dice? —Intentó convencerlo—. La frontera está en constante peligro y si alguno de nosotros está aquí podríamos protegerla de...

—¿De qué? ¿De Ramón? —Valentino estaba seguro que la conversación se iba a terminar pronto—. ¿De la mafia del Jefe? ¿De las otras?

—De cualquiera. —Su voz estaba calmada todo lo contrario a su compañero, cuánto disfrutaba todo eso, molestarlo.

Víctor del otro lado tenía otros asuntos que atender y no estaba para gastar saliva con tonterías y Valentino lo supo cuando le cortó sin más y no pudo hacer más que sonreír al ganar un poco más de tiempo, estaba sentado mirando por la ventana del lugar, allí todo era de tonalidades grises, las paredes además tenían manchas de lo que quería creer era sólo humedad, estuvo unos minutos jugando con su teléfono cuando el reloj digital que estaba colgado en la aburrida pared dio la hora y se levantó con el ánimo renovado para salir a caminar.

Hace poco más de un mes con Carolina habían tenido la sensatez de tener más cuidado y esperar a que fuesen las doce de la noche para que nadie los viera ya que en más de una ocasión casi los descubren.

Él la esperaba en el mismo lugar, unas tablas de madera rotas y unos fierros oxidados acomodados de tal forma que asemejaba a un paradero de transporte público, irónico si se lo preguntan, pero estaba lo suficientemente alejado de todos y él personalmente se aseguró que su equipo no pasará por esos lados y Carolina le había dicho noches atrás que ella había pedido esos terrenos así que se podría decir que estaban seguros.

Alrededor no habían más que chatarra y autos descuartizados, por así decirlo, además de que parecía un basurero con partes de prácticamente todo, sumando el poco pasto que se veía y los árboles que aparecían de forma esporádica, los bichos y el sonido de lo que esperaba no fueran animales salvajes no lo convertían en el mejor lugar, pero era eso o nada, y Valentino cada noche estaba preparado para correr si un oso aparecía. Porque él no se iba a arriesgar y morir en el intento.

—¿Qué es esa cosa en tu cara? —Esa pregunta lo sacó de sus pensamientos y reafirmó aún más su sonrisa al ver a Carolina con su ceño fruncido y sus ojos cafés, sus labios rosas apretados en una delgada línea y su pequeña nariz que ahora estaba siendo arrugada—. ¿Ya terminaste de analizar mí rostro?

—Me tomaría una eternidad.

—¿Se supone que era un cumplido?

Valentino comenzó a caminar cuando ella lo hizo y pronto estuvieron codo a codo.

—Si. —Dijo con altanería metiendo sus manos a sus bolsillos—. Lo sé, soy bueno en esto.

—En realidad no, deberías mejorar o me aburriré y me iré.

La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora