Cap:8

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Todas las mafias tenían un punto que les pertenecía.

En el caso de la mafia del Jefe era el centro de Rusia, ese país era conveniente para cualquier delito, al ser tan grande y ancho se podía hacer casi cualquier cosa sin ser detectado y esa era una gran ventaja, pero también una desventaja, Ramón se podía esconder en cualquier lugar y eso sería un problema para el Jefe.

Naturalmente no se enfrentan a los traidores a menos que hayan robado algo o los delaten frente a la policía, aunque dependía de cada mafia, y en el caso de que hagan algo de lo mencionado se les torturaba hasta la muerte y se matan a sus familias, nadie quiere terminar así, por lo que el Jefe cada cierto tiempo en la mafias, te deja salir y hacer una vida fuera de todo esto como si nunca hubiera pasado, pero si es que no aceptas te quedarás para siempre y no habrá otra salida que la muerte.

Esa decisión sólo queda para los más valientes y los que no teman perder a nadie valioso.

Dominic e Ignacia eran del pequeño grupo que se quedó, renunciaron a todo por la mafia y no se arrepienten de nada -o por lo menos una de ellas no lo hace-, su deber es fingir ser policías y decirle al Jefe toda la información que lo ayude para seguir oculto, no podían cometer ni un sólo error, ya que todo está en juego y la balanza debe estar siempre a su favor sin importar qué.

Solían repetirse eso en sus mentes, que sólo era una farsa; "Todo era una farsa"

Que no debían encariñarse con ninguna persona ajena a lo que sucedía, ya que un paso en falso y sabrían la verdad, un paso en falso y moriría, ya que un ser querido se puede convertir en una poderosa arma de doble filo.

Seguir un plan, matar o morir, no confiar en nadie.

Esas eran palabras que te podrían salvar la vida en momentos cruciales y sólo hay unos segundos antes de morir en los que debes apretar el gatillo y dudar entre matar a un inocente o dejar que te maten, quitarle la vida a una persona nunca fue algo fácil menos para Ignacia y Dominic, pero tenían que pensar como mafiosas, actuar como mafiosas y una forma de hacerlo era presionar su dedo y disparar, sin dudar y sin remordimientos, saber porqué hacían eso era el misterio, la interrogante en todo momento era porque seguían después de tanto tiempo, pero lo que sí sabían era que no podían dejarlo, habían elegido este camino y no podían retroceder menos rendirse.




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Cuando se quiere a alguien de una forma tan especial no se espera nada a cambio excepto que te devuelvan el sentimiento, a veces hasta eso es lo menos importante, Ramón lo sabía bien, tenía a su hija, el jefe lo sabía bien, él tuvo a alguien, y aunque ahora uno sea traidor y el otro el traicionado tenían aquello en común, ambos saben que cuando se quiere a alguien importa más su bienestar que el propio y querer que siempre esa persona sea feliz. O eso pensaban.

Él la veía claramente en una de sus salas jugando con sus compañeros, Fabiola, recuerda cuando con Belén decidieron ponerle ese nombre, había sido un gran día, ella era su angelito, solía hacer hasta lo imposible por volver cada noche a casa para desearle que el siguiente día fuera mejor.

—Perdóname. —Suspiró Ramón oculto entre los arbustos, seguro de que nadie lo vio.




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La Mafia: Una Mentira Para Una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora