Capítulo trece: No.

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Emilio estaba sentado en un puff gigante frente a su televisor mientras veía una serie, el sonido de su celular le hizo poner pausa, era un mensaje de su madre, el cual decía que había comprado la cena y que le avisara a su amigo, pues estaba por llegar.

Suspiró apagando la TV y salió de su habitación directo hacia la de Joaquín, tocó la puerta un par de veces y el castaño salió. Tenía las mejillas sonrojadas, el pelo revuelto y una fina capa de sudor en la frente.

—¿Qué pasa?—susurró.

—¿Estás bien, te regresó la fiebre?—preguntó al notarlo decaído.

—Un poco—Emilio le miró con una ceja alzada, sabiendo que mentía—. Bien, si, bastante.

—Recuéstate, iré por una toalla húmeda y tu medicina.

Joaquín asintió con los ojos entrecerrados, odiaba sentirse tan débil.

El rizado rápidamente fue hacia la cocina, buscó una toalla y regresó al poco tiempo junto una enorme taza de té templado y jarabe.

—Ten, tómalo, necesitas estar hidratado.

—Ajá.

Joaquín agarró la taza con ambas manos sentándose, tomó un gran sorbo y después la colocó en el buró de al lado. Emilio le pasó la tapa medidora con jarabe y este la tragó haciendo una mueca de disgusto.

—Mamá compró comida, no sé si vas a querer cenar—le dijo.

—La verdad me siento fatal, no creo poder moverme de aquí.

—Lo supuse, te traeré al menos un poco de fruta, no puedes dormir sin comer, o te pondrás peor si bajas tus defensas—mencionó.

—De verdad muchas gracias.

—No hay de qué, regreso al rato.

Joaquín hizo un sonido de afirmación y Emilio salió después de otorgarle una sonrisa ladina. Al bajar las escaleras escuchó el sonido de un auto, el cual seguro era de su madre, pues su hermana Romina se había independizado hace poco, salió para rectificar.

—Emilio amor, ayúdame a llevar las cosas—pidió al bajar.

—Voy.

Caminó hacia la puerta de copiloto y sacó las bolsas. Entró nuevamente a la casa y dejó las cosas arriba de la mesa.

—¿Tú amigo no va a cenar?—preguntó.

—Le volvió a subir la temperatura, no quiere bajar—explicó.

—Pero tiene que comer, si no se pondrá peor.

—De hecho estaba por picarle un poco de fruta.

Niurka le miró extrañada.

—¿Quién eres tú y que le hiciste a mi hijo?—se burló.

—No es para tanto.

—Si eres un huevon de primera, siempre te ha irritado preparar comida, ¿quién es este niño?, le voy a dar las gracias—caminó hacia las escaleras, dispuesta a hacerlo.

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