Capítulo catorce: Ana.

3.4K 408 120
                                    

Joaquín estaba comiendo en silencio junto a Emilio y Niurka, ellos dos estaban teniendo una platica amena entre madre e hijo, lo cual le parecía lindo de ver pero a la vez triste, pues le traía recuerdos.

—Y entonces el maestro decidió castigarme así nada más—refunfuñó el rizado con un puchero.

—Pues te lo tenías bien merecido, como está eso de quitarle el peluquín.

—¡Fue sin querer!

El castaño rió en volumen bajo y tomó un poco del té de menta con miel que le habían preparado. 

—Joaquín, ¿ya le comentaste a tus padres de la situación?, me gustaría hablar con ellos—le comentó Niurka.

—No he tenido oportunidad, y ellos no usan celulares, son algo anticuados, pero tengo el teléfono de casa, por si quiere llamarlos—sugirió sentándose derecho.

—Que raros son—susurró—, eso de mantenerse en el pasado... Dame el número.

Asintió en respuesta, pero antes mandó un mensaje a su hermana y luego le dictó a Niurka. Está al instante marcó, esperaba que su hermana si leyera el maldito mensaje.

La cubana se levantó y fue a un lugar lejano para tener privacidad. Joaquín se puso nervioso y comenzó a comer con más velocidad. Emilio le miró extrañado, pero prefirió mantener su distancia y no preguntar.

Unos minutos después la mujer regresó y se sentó en su lugar con el semblante serio.

—¿Qué dijeron?—preguntó curioso.

—No estaban—respondió—. Pero, me contestó tu hermana menor, se ve que es muy dulce, me cayó bien la niña. 

Joaquín respiró tranquilo y sintió a su cuerpo entero relajarse, Renata si le había ayudado.

—Si, ella es increíble.

—Pero tengo una duda—dijo con una ceja alzada, viéndole directo.

—¿Cuál?

—Si no vives con ellos, ¿por qué la vez pasada te fuiste diciendo que ibas por tu hermana?

Joaquín se tensó sin saber qué decir, lo había arruinado todo al enfermarse y hablar de más. Se supone que ellos no tenían que enterarse de que vivía solo.

—Yo...

—Mamá, creo que se hace tarde para la cita con tus jefes—informó Emilio, notando la incomodidad del ambiente.

—Tienes razón, gracias por recordarme—se levantó—. Tenemos un tema pendiente—le dijo a Joaquín, señalándole con el dedo índice—. Adiós chicos los veo al rato.

—Hasta luego—se despidieron al unísono.

—Perdón por eso, le encanta saber la vida de los demás, se ve que te es difícil hablar sobre eso—se disculpó por su madre.

—Gracias por entender, si es bastante complicado, no estoy listo.

—Cuando lo estés sabes que aquí ando—repuso dándole una media sonrisa—, bueno, hoy no, tengo que ir a arreglar un proyecto con mi equipo.

—Entiendo.

—¿Tú ya no tienes nada que entregar?—cuestionó.

—Según yo ya pasó todo lo importante, a menos que hoy hayan decidido hacer algo extra.

—Genial, bueno, me voy, si pasa algo hazme una llamada y aquí estaré. Le dije a Ana que viniera para que no te sintieras solo, en cualquier momento llega—repuso levantándose de su asiento y tomando una manzana del centro de la mesa.

•accιdenтalмenтe enaмorado• EMILIACO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora