Capítulo treinta: Año nuevo Perfecto.

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Pasaron los días y Joaquín comenzaba a preguntarse sobre su novio, pues no lo había visto desde que lo fue a dejar a su departamento. Comenzaba a preocuparse y sus inseguridades salían a flote, ahora creía que era su culpa, ya que aquel día Emilio estaba dispuesto a besarlo en modo de despedida y el menor decidió voltear su rostro un instante antes, haciendo que chocara suavemente con su mejilla.

Ahora se estaba alistando para ir a la presentación que tendría el rizado en un restaurante por la víspera de año nuevo. Se puso una playera de manga larga y cuello de tortuga color beige, arriba de esta una chamarra amarilla y unos pantalones negros, combinados con unas botas del mismo color. Peinó su cabello, se roció de loción y salió con un nerviosismo creciente. El auto que había pedido anteriormente ya se encontraba afuera, subió y en todo el viaje se la pasó viendo por la ventana hacia el cielo obscuro, no tardó mucho en llegar.

Al entrar se maravilló con la decoración, estaba repleta de luces navideñas que colgaban del techo. El pequeño escenario estaba al fondo y vio que todo estaba preparado, buscó con la mirada a Emilio pero no logró encontrarlo, el sitio estaba repleto y se sorprendió, sabía que era algo famoso, pero no tanto, mínimo habían cien personas ahí coreando su nombre, no pudo evitar sonreír orgulloso.

Se recargó en una pared y esperó paciente, visualizó su celular, eran 10:58, faltaba poco para que empezara. Entró a WhatsApp y mandó un mensaje a su novio deseándole suerte, el cual quedó en un simple visto; sintió su corazón doler.

Alzó la vista al ver que salía un chico alto de cabello corto azul y se paraba frente al micrófono.

—¿Están listos para ver a Emilio?—preguntó hacia la gente.

Los gritos no se hicieron esperar, el lugar se llenó de bullicio y chiflidos.

—Dije, ¿¡Están listos!?

Si anteriormente le pareció que habían hecho suficiente ruido, esta vez fue mucho mayor. Su corazón se paralizó al ver salir a su novio arriba del escenario con una enorme sonrisa.

—¡Hey!—saludó a todos—. Hace tiempo que no tenía una presentación y estoy algo nervioso.

—¡Te amamos Mailo!—gritó una chica.

—Yo también las y los amo—dijo sonriente—, sin ustedes no sería nada, ahora—cambió el tema—. ¿Con qué canción quieren que empiece?

—¡Labios de miel!—exclamó la mayoría.

—¿Quieren comenzar fuerte, eh?, bien, me gusta.

Un chico atrás manejaba lo que parecía ser una laptop donde producía los sonidos, mientras Emilio tomaba su teclado y el micrófono. Al comenzar a cantar Joaquín se maravilló, tenía un tono grabe que le hizo pasar un escalofrío por todo su cuerpo. La canción era pegajosa y movida, en un momento de esta vio a su novio realizar un baile que le hizo sonreír, no pensaba que se moviera tan bien. El ambiente siguió así por demás rato en el cual cantó varias que le hicieron sentir extraño, pues todas eran dedicadas hacia chicas, lo cual le hizo pensar que fueron hechas para sus anteriores conquistas. Su ánimo iba decayendo cada vez más a tal punto de querer irse, pero algo muy en el fondo le decía que si lo hacía se arrepentiría completamente de la decisión.

—Ahora es el momento—anunció el rizado caminando hacia el centro del escenario—, quedan cinco minutos para año nuevo y quiero presentar a alguien importante para mí que seguramente ya habrán visto por ahí.

Inmediatamente Joaquín se puso tenso, pero, no podía estar hablando de él, ¿o sí?

—Lo conocí gracias a una amiga a la cual le estoy agradecido. En poco tiempo se convirtió en alguien especial para mí, y aunque él, si, dije él—recalcó—, me pidió ser su novio antes, yo no me quería quedar atrás—se encogió de hombros y la gente gritó—. Esta es una canción que escribí al chico del cual quedé accidentalmente enamorado; Joaquín Bondoni Gress—le señaló y un reflector se posó en él—. Perdón por mantenerme alejado estos días, me cuesta planear estas cosas, nunca lo había hecho—terminó por decir con una sonrisa ladeada.

Una hilera se abrió paso al rededor del castaño, las chicas y chicos que la conformaban alzaban felizmente un jardín de girasoles que hacía un camino hasta el escenario. La chica más cercana le pidió caminar hacia allá y eso hizo, cada paso que daba sentía sus piernas flaquear, el nerviosismo le ganaba pero como pudo llegó hasta al frente.

Emilio estaba ahora sentado detrás de un piano, y lo miraba fijamente, comenzando a cantar.

Se que a veces hablo mucho
Que a veces no te escucho
Pero te conozco bien
Tengo mala ortografía
No se de geografía
Y aún sin mapas te encontré

El rizado guiñó un ojo hacia Joaquín, el cual se encontraba ahora con las mejillas sonrojadas y una sonrisa enorme.

Pero aunque tengo mil defectos
Y jamás seré perfecto
Quiero amarte como un loco
Sólo aguantame otro poco y veras
No hay reglas para amar
No existe un manual
Que pueda enseñar lo que es un beso de verdad
Que todo va a estar bien
Sí sientes tú también lo que yo siento
Y qué importa si no soy perfecto

Se que tengo en mi pasado
Secretos que he guardado
Y que algún día te contaré
Yo, no se bailar pegado
Y tanto te he pisado y no me dejas de querer

Joaquín rió en esa parte al recordar el día que regresó de su casa y la pasó con Emilio, pues entre tanto que hacían comenzaron a bailar una canción lenta sin saber hacerlo, terminando con dolor en los pies de tanto haberse pisado.

Pero aunque tengo mil defectos
Y jamás seré perfecto
Quiero amarte como un loco
Sólo aguantame otro poco y verás

El sentimiento desbordaba la voz del chico, el cual había cerrado los ojos, sintiendo la canción por completo.

No hay reglas para amar
No existe un manual
Que pueda enseñar lo que es un beso de verdad
Que todo va a estar bien
Sí sientes tú también lo que yo siento
Y qué importa si no soy perfecto

Uoh, oh, oh
Perfecto
Uoh, oh, oh

Y qué importa si no soy perfecto

Terminó la última línea en un susurro y una sonrisa adornó su rostro. Se levantó agarrando algo que estaba junto, el cual eran girasoles y rosas rojas, para después ir directo al menor, extendiéndole el ramo.

—Te amo, Joaquín.

Lagrimas de felicidad salieron de los hermosos ojos color chocolate del castaño, este extendió su mano tomando las flores y respondió con una sonrisa:

—Y yo te amo a ti, Emilio.

No habían notado el tiempo que se habían quedado viendo fijamente hasta que la gente comenzó la cuenta regresiva de las doce al ver el reloj.

—Cinco, cuatro, tres, dos...

Emilio saltó del escenario y tomó de las mejillas a su novio, fundiendo sus labios en un beso. De fondo se escuchó el grito típico de "¡feliz año nuevo!", por lo cual Joaquín no pudo evitar sonreír, sabiendo el plan con maña que había tenido el mayor.

Definitivamente ese había sido por ahora, el momento más hermoso de sus vidas.

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