CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

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HAUNTED CAPÍTULO DIECISIETE; PARTE UNO

—Porque la mejor manera de convencer a alguien de que hablé contigo es obligarle— susurró Savannah a Sam, viendo como Lucifer aparecía en la biblioteca mirando todo a su alrededor con una clara mueca de enfado.

Por lo que tenía entendido, no podía hacerles nada. De alguna manera Chuck se las arreglaba para impedir que su hijo utilizase sus poderes con ellos. Y si podía hacer eso, significaba que también podía obligarle a quedarse en aquel sitio.

—En fin, yo me largo— murmuró, notando el tirón en el estómago al estar delante de Lucifer y echando a andar hacia el hall de la entrada.

Había tomado la decisión de quedarse con los Winchester, pero quería cruzarse lo mínimo posible con el arcángel, sin poder soportar su presencia más de lo estrictamente necesario. Era increíble como aún dolía el ver el cuerpo de Castiel con aquellas muecas exageradas de Lucifer. La trastornaba hasta el punto de que le entrasen ganas de llorar. Se sentía como si su mente entrase en bucle: veía su rostro, sus gestos, y le dolía ver que era Lucifer, añorando a Castiel y sintiéndose completamente frustrada al darse cuenta de que no podía hacer nada para traerlo de vuelta. Ese pensamiento se repetía en su mente una y otra vez. Era como si fuese a usar algo para acordarse instantes después de que estaba roto.

Y aquello la estaba volviendo loca.

—Hablaré— consiguió escuchar una vez que las maldiciones se detuvieron en la boca de Lucifer—. Sólo si ella se queda.

Se volvió, esperando de alguna forma que no se refiriese a ella y arrepintiéndose en el momento en que vio todas las miradas puestas en su dirección. Supo exactamente qué era lo que Lucifer quería. Era como un niño caprichoso, y quería su pequeña venganza. Él se veía forzado a hablar y en aquel momento le valía con que alguien estuviese tan frustrado como él se notaba al verse obligado a aquello. Y obviamente, le daba igual que se tratase de ella. Obviamente él no compartía los sentimientos de Castiel, y si podía hacerla daño, lo haría.

—No estoy aquí para jugar a tus juegos— le dijo, apartando su mirada pocos instantes después.

—Vamos, has estado evitándome desde que hemos llegado. ¿No me has echado ni un poquito de menos?

Se dio la vuelta y se dirigió a él con paso fuerte y decidido, o al menos espero que lo fuera.

—Te habría dejado pudriéndote en ese maldito tanque si no fuera...

—Si no fuera por tu ángel. Lo sé, no tengo que recordarte que sigue aquí dentro, ¿verdad? — inquirió Lucifer, con el rostro a escasos centímetros del suyo, distancia que habían conseguido mantener porque Dean había extendido su brazo en el momento en que la cazadora había llegado a su altura, impidiéndole acercarse más—. Así que, si quieres que esto acabe y, de alguna manera, la vuelta de tu angelito esté más cerca... Ya sabes lo que toca.

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