CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

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RETURN TO THE BEGINNING CAPÍTULO TRECE; PARTE TRES

—¿En serio, Crowley?— Inquirió la chica, observándole mientras el británico se probaba un gabardina negra sobre su estúpida ropa de Hawaiano—. ¿Ahora?

—Soy Crowley, no puedo ir por ahí vestido como una piltrafa— se defendió el demonio mientras Savannah se cruzaba de brazos delante de él, molesta.

No podía negar que probablemente ella necesitase algo parecido. Bueno, se negaba a llevarse una gabardina y escoger el estilo de su nuevo “amigo”.

—Y si vas a venir conmigo, tú tampoco.

La castaña volvió a observarse a sí misma de arriba a abajo, y era cierto que no mostraba el mejor aspecto. Estaba segura de que incluso el cajero de aquella tienda, con la nariz llena de piercings my los ojos maquillados de negro, estaba aterrorizado con su aspecto. Y eso decía mucho. Suspiró, dejando caer los brazos a ambos lados de su cuerpo y dirigiéndose a una estantería con un gran número de vaqueros de color negro. Aquello tendría que servir junto con alguna camiseta negra de tirantes.

Cuando salió Crowley la esperaba con las manos metidas en los bolsillos de su gabardina nueva, dejando ver el traje completo que llevaba bajo la misma.

—¿Cómo pagamos ahora?— inquirió la castaña.

Si había algo que no había hecho era coger dinero antes de salir del búnker. Tampoco había pensado que lo fuese a necesitar.

Crowley alzó las cejas, sorprendido por la pregunta y cogiéndo a Savannah de la manó. Pasaron por delante de los dependientes como si nada y el demonio abrió la puerta de la tienda, dejándola salir a ella primero y yendo detrás sin apenas echar un vistazo al interior.

Savannah negó con la cabeza, arrepintiéndose al momento de no haber escogido algo más abrigado junto con aquel conjunto.

—Señor— saludó la mujer de pelo afro cuando ambos llegaron a su altura, ignorándola de nuevo por completo.

—Mucho mejor— comentó Crowley mientras se arreglaba los puños de su camisa—. Ahora vamos a por mi as en la manga— dijo echando a andar mientras Savannah le miraba con los ojos entrecerrados.

Ahora que habían conseguido salir, podría intentar escaparse en cuanto quisiera. No tenía pinta de que Crowley le fuese a hacer nada si realmente pensaba que podía serle útil. Pero se moría por saber qué era lo que tenía el demonio entre manos que pudiese utilizar contra Lucifer. Porque no había dejado de insinuarlo desde el momento que habían abandonado el manicomio.

Apenas anduvieron unas calles hasta llegar a la puerta de un edificio que parecía completamente abandonado.

—¿Lo tienes aquí?— preguntó Savannah—. Al lado de una tienda de ropa de gente que elige nombres como “Nightmare in Chaos” y cosas así.

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