CAPÍTULO VEINTE

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RETURN TO THE BEGINNING CAPÍTULO SIETE; PARTE DOS

Savannah oyó los gritos de Sam y miró el reloj de su teléfono. Las seis y media de la mañana. ¿Qué narices hacia el cazador levantado tan pronto? Salió de la cama, con intención de echarle la bronca por montar alboroto a aquellas horas y se lanzó al pasillo, encontrándose con Dean con una bata gris y el pelo totalmente desordenado.

—¿Qué le pasa a tu hermano?— le preguntó mientras se restregaba los ojos.

—¡Y yo qué sé!— contestó el rubio aún adormilado yendo en dirección a la cocina.

Savannah le siguió, tropezándose por el camino. Recién levantada era algo torpe, y más si la despertaban de aquellas maneras. Que Sam no esperase que fuese todo amor y arcoiris durante esa mañana, porque si de por sí ella ya tenía malos despertares, cuando la levantaban así era tres veces peor.

Dean se paró en la entrada de la cocina con una mirada extrañada y la cazadora se tuvo que poner de puntillas detrás de él para conseguir ver algo. Lo primero que llamó su atención fue toda la comida que había sobre la mesa de la cocina, si es que a eso se le podía llamar comida. Había una tarta que, juraba, tenía todos los colores del arcoiris, hasta los que el ojo humano no podía distinguir. Una bandeja con nachos y una salsa blanquecina por encima acompañada de conos de lacasitos y un montón más de chucherías. Después se fijó en Sam que parecía tener una figura de karate, cogiendo algo con una mano en el aire y la otra cerrada en un puño amenazadoramente. Su cara parecía un cromo.

La castaña se quedó con la boca abierta, tomando aire y soltándolo sin saber que decir y sopesando que volver a la cama probablemente era la mejor opción en aquel instante.

—Tío— llamó Dean a su hermano. Sam se fijó por primera vez en ellos dos, con los ojos asustados, como si acabase de salir de un trance —. ¿Con quién hablas?— le preguntó serio desde detrás de Savannah.

—¿Con él?—inquirió Sam señalando a algo o alguien delante de él con la cabeza.

Savannah frunció el ceño, definitivamente se había vuelto loco.

—Vale...— dijo Savannah. Aquello sobrepasaba la línea incluso de los Winchester—. Esto no me lo esperaba. Sam ¿te está dando un ictus?— insistió preocupada—. ¿Te huele como a quemado o algo?— le insistió recordando los signos de los infartos cerebrales.

Sam torció la cabeza y después volvió a dirigir la mirada a su lado. Savannah puso sus ojos sobre Dean, como interrogándole. Quizá el tenía alguna idea de lo que le estaba pasando a su hermano.

—¿Qué es toda esta mierda?- preguntó Dean pasando junto a Savannah en dirección a la mesa llena de dulces y snacks—. ¿Cuándo has empezado a comer estas guarrerías? ¿Eso son nubes con nachos?— la esperanza de que el rubio pusiese algo de luz a aquello se esfumó del pecho de Savannah mientras oía unas pisadas detrás de ella.

Se giró y se encontró a Castiel en el umbral de la puerta, con la misma mirada de confusión en sus ojos que en los del resto.

—¿Qué esta pasando?— preguntó Castiel situándose junto a la cazadora.

—A Sam le esta dando un ictus.

—No me está dando un ictus— se defendió el castaño—. Esto no lo he hecho yo— aseguró señalando toda la comida.

Un instante después un hombrecillo grande, con pantalones azules y tirantes de colores sobre una camiseta amarilla a rallas apareció delante de ellos. Los sonreía a todos mientras se miraba los labios, como si hubiese estado esperando aquel momento todo el día. Savannah abrió los ojos y alzó las cejas, sorprendiéndose de que no le llegasen hasta el techo, mirando a Castiel a su lado que seguía con el ceño fruncido.

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