CAPÍTULO SEIS

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HAUNTED CAPÍTULO DOS ; PARTE TRES

¡Mierda!— gritó echándose las manos a la cabeza.

Abrió los ojos y se volvió a encontrar delante del de la gabardina colgado de las cadenas. Sólo que ahora le habían quitado la misma y le atravesaban el hombro con una espada.

¡Dios mío!— exclamó corriendo en dirección al tío que le estaba haciendo aquello.

Cogió carrerilla y cuando llegó a su altura se echó sobre él, sorprendiéndose al acabar en el suelo. Cuando levanto la cabeza para mirarlos se dio cuenta de que había atravesado los dos cuerpos.

Del orificio que le estaba haciendo la cuchilla salía una luz brillante y blanquecina que por un momento la dejó hipnotizada mientras se levantaba. El hombre le retiró la hoja y Savannah pudo fijarse en la cantidad de sangre que cubría la camisa de aquel hombre.

—¿Dónde está Metatrón?—le preguntó el repeinado.

—No lo sé — contestó el hombre mientras Savannah le rodeaba tratando de valorar la gravedad de las heridas.

¿Cómo puedes seguir en pie?—le preguntó preocupada. Si aquello seguía así, probablemente aquel hombre no tardaría demasiado en morir—. ¡No! ¡Parad, por favor! ¡Parad con esto!—gritó tratando de hacerse oír.

La hoja ahora estaba haciendo un corte en la mejilla del hombre que continuaba gritando mientras otro haz de luz salía de la misma. Savannah se echó un par de pasos hacia atrás, tapándose la boca.

Para ella aquello también era una tortura, no aguantaba ver cómo herían a alguien sin poder hacer nada por ayudar.

—¿Dónde esta Metatrón, Castiel?

Simplemente diles lo que quieren saberpidió la chica volviendo a acercarse— Por favor, cuanto antes acabes con esto antes te dejarán en paz—le rogó, suplicando que pudiese escucharla al igual que lo había hecho antes. Dudaba que después de aquello le dejasen vivir, pero al menos acabarían con aquella tortura—. Por favor, Castiel—le dijo repitiendo el nombre que los otros dos le habían dado.

—¡Piedad, hermano, por favor!—pidió el hombre. Savannah soltó un sollozo al ver aquello sintiéndose completamente inútil.

—¿Hermano? ¡Ja!— se mofó el repeinado.

Soltadle, por Dios. Dejadle tranquilo, parad esto—pidió la chica como último recurso poniéndose delante de él mientras le oía respirar agitadamente. "Apártate" Le oyó decir en su cabeza—No pueden hacerme daño—explicó girándose ligeramente para hablarle. "Sí, si te tocan con la hoja pueden hacerlo"—. Me da igual, últimamente me he quedado sin cosas por las que luchar.

—¿Qué eres tú?—preguntó el repeinado delante de ella.

Por un momento Savannah pensó que la habían visto pero se dio cuenta que se refería al hombre que seguía detrás de ella. Aún así no se movió ni un ápice.

—¿Qué?...— inquirió el hombre con dificultad—. Soy un Ángel del Señor.

¿Qué?—repitió Savannah girándose hasta quedar de frente a él.

Y entonces lo vio. Una pequeña luz salía de sus pupilas, y se preguntó como no podía haberla visto antes.

Ángeles. Recordaba a su hermano haber jurado que se había cruzado con algunos un par de años atrás, después de una lluvia de estrellas que se vio en todo el mundo. Pero lo tomó por chaladurías de Liam. No siempre había destacado por ser el más cuerdo de la familia. Y ahora parecía tener a uno de ellos delante.

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