CAPÍTULO DIEZ

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HAUNTED CAPÍTULO CUATRO ; PARTE UNO

Había pasado una semana desde que se habían librado del hechizo de Castiel. Y tal y como el ángel les había afirmado, Savannah había necesitado tiempo a solas.

La cazadora había pasado los tres primeros días haciendo un autotour por el búnker, evitando lo máximo posible a los tres habitantes de aquel lugar. Había descubierto la sala de entrenamiento, la de tiro, cocina, baños comunes, garaje (del cuál había cogido un coche para ir a comprar algo de ropa al pueblo más cercano)...

Aquel lugar era impresionante, y la castaña se entretenía imaginando historias de los anteriores propietarios por allí mientras paseaba con su mano rozando las paredes. Hombres y mujeres investigando todo lo sobrenatural, aquel lugar parecía el almacén de información del mundo extraño.

Otras veces se había dedicado simplemente a andar sin rumbo por allí, vagando en sus pensamientos, acordándose de Charlotte y Mia, llorando su pérdida, cosa que no había tenido tiempo de hacer en los primeros días después de lo ocurrido. El trajín que había surgido hasta que habían conseguido que Rowena librase a Castiel del hechizo le había impedido dedicarse ni siquiera un par de minutos a sí misma.

Aún le dolía, estaba claro, ni sabía cómo podía mantenerse en pie después de todo, cuando ya ni su hermano Liam la cogía el teléfono. Se encontraba completamente sola.

En aquellos casos, no entendía cómo, pero siempre llegaba al lugar en el que estaba Castiel, a veces él se daba cuenta, algunas no, y otras simplemente fingía que no la había visto para quitarle la incomodidad a Savannah de darse la vuelta y alejarse de él sin saludar.

Savannah estaba al consciente de la conexión que había entre ellos, no sabía qué era, no sabía cómo funcionaba, pero sabía que estaba allí, al igual que sabía que había algo raro en él. Había investigado desde que estaba allí y había descubierto cosas de los ángeles que le ponían los pelos de punta. Como lo de que podían leerte la mente. Por eso siempre que pasaba cerca de él levantaba un muro en sus pensamientos, o lo intentaba, al menos pensaba que lo hacía.

Después, cuando descubrió que no podía seguir ocultándose, comenzó a aparecer delante de ellos, como un animal asustado e inseguro. Les acompañaba a la hora de la cena, a la de la comida, a veces se quedaba con ellos en la biblioteca. Era consciente de lo que habían hecho, incluido Castiel, pero había tomado la decisión de dejar de echárselo en cara después del esfuerzo que parecían estar haciendo y de cómo se mostraban delante de ella.

Castiel, sin embargo, parecía encerrarse en sí mismo más cada día. Estaba asustado después de lo ocurrido con la bruja, después de todo había estado a punto de matar a varias personas tras del hechizo, y aunque estaba completamente seguro de que este había desaparecido, no podía olvidar las imágenes de su mente, y se sentía completamente inútil. Había conseguido que Dean y Savannah acabasen mal heridos y la Oscuridad seguía libre sin que él pudiese hacer nada al respecto.

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