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CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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RETURN TO THE BEGINNING CAPÍTULO ONCE; PARTE TRES

No les había dicho nada a los hermanos de lo ocurrido la noche anterior. Después de todo, ni ella misma tenía muy claro qué era lo que había ocurrido. Había actuado estando tan enfadada que recordaba todo como un mal sueño, como si estuviese en shock.

¿Qué podía haber ocurrido en la jaula que hubiese cambiado el comportamiento de Castiel de aquella forma? Había demostrado siempre culpabilidad hasta por la más mísera mosca que moría en la tierra, y ahora parecía no importarle ni ella ni la vida que le había dejado a Claire, fuese o no su hija.

Así que cuando se había levantado aquella mañana de la cama después de no haber pegado ojo en toda la noche y habían recibido la noticia de lo ocurrido en el instituto de Alex con uno de sus profesores, había preferido quedarse en la casa esperando las noticias que pudieran traerle los hermanos. No la necesitaban a ella para recabar toda la información de la escena del crimen y tampoco es que tuviese muchas ganas de salir de aquel lugar.

La puerta de la casa se abrió de golpe dejando paso a Dean y Sam vestidos con los falsos trajes del FBI, ninguno de los dos parecía conforme con lo que fuera que hubiese ocurrido.

—Lo que quiera que le dijeses a Claire anoche, no funcionó— sentenció el rubio, dejándose caer junto a ella en el sofá, para después echarle un vistazo de arriba a abajo—. ¿Y a ti qué te pasa?— preguntó, haciendo que Sam, que estaba tomando asiento en uno de los pequeños sillones, dirigiese también su atención hacia a ella.

Savannah se dio cuenta de la imagen que debía de dar, al fin y al cabo seguía con el pijama que le había dejado Jody la noche anterior, y no se había molestado en levantarse del sofá en toda la mañana, salvo para desayunar algo.

—No me encuentro bien — contestó, tapándose con una de las mantas que Sam había dejado allí aquella mañana mientras su propietario la miraba con los ojos entrecerrados y la boca abierta—. ¿Qué es lo que tenemos?

—El profesor de Alex ha aparecido colgado de la bandera a seis metros del suelo. Ni electromagnetismo, ni amuletos, ni azufre— explicó Dean.

—Y tampoco hay ningún testigo — completó Sam.

—¿Qué vamos a hacer, entonces? —preguntó Savannah, algo interesada.

Aquello parecía algo muy grande y estaban a cero, sin tener ninguna respuesta al igual que cuando habían llegado.

—Ni idea, no tenemos por dónde empezar— contestó Dean a la vez que la puerta se abría delante de ellos y Claire entraba como alma que lleva el diablo dejando caer la mochila en la entrada y poniéndose delante de ellos.

—¿Qué es lo que habéis averiguado?— preguntó para luego depositar su mirada sobre Savannah e imitar a Dean—. ¿Qué narices pasa contigo?

—Oh, Dios mio— soltó Savannah.

Levantándose y desapareciendo en dirección a la habitación que compartía con el rubio. En veinte minutos bajó las escaleras de nuevo, duchada y con el pelo húmedo, habiéndose cambiado también de ropa.

Sam estaba sentado en la mesa del comedor con su portátil abierto sobre la misma mientras Claire observaba unos papeles, que dejó sobre la superficie de madera durante unos segundos para examinar a la castaña que se acercaba a ellos.

—Mucho mejor— le dijo Claire mientras ella meneaba la cabeza arrugando la boca a modo de burla hacia la chica.

La rubia sonrió y volvió a concentrarse en los papeles. Se apoyó con una mano sobre el respaldo de la silla de Sam, tratando de observar lo que este estuviese buscando.