Agustín
¿Podemos hablar?
Mi celular suena. Susan lo agarra y me lo tira.
— Te hablan.
Susan se levanta del sillón y comienza a caminar hacia la puerta.
— Espera. —agarro mi celular—. No hemos terminado la película.
— Yo ya la termine.
Entonces sale, voy tras ella.
— ¿Cómo te vas a ir?
— No te incumbe, mejor ve a hablar con tu amiga, te necesita.
Entonces comienza a correr.
Estaba descalzo, puedo sin problemas alcanzarla, pero... Amelia me escribió, si me chateo debe ser algo muy importante.
Sin pensarlo mucho comienzo a correr. Corro y corro pero no la veo, no hay rastro de Susan, me detengo en una esquina y ahí me quedo, no sé si habrá agarrado recto o habrá curvado.
Mierda.
Mierda.
Precisamente Amelia tenía que chatearme ahora, justo ahora. Pero no puedo culparla, no podía.
El camino hacia la casa no corro, camino con mucha calma. Susan no debió irse, no así. A veces trato de comprender a Susan, es celosa, muy celosa, pero... no entiendo sus celos, nunca he hecho algo para que me cele, pero aun así lo hace.
— Los celos en exceso no son buenos. —me dijo un día mi madre.
— ¿Celos no es amor?
— No cariño, los celos son signo de debilidad en la relación, en la comunicación y en lo más importante, en la confianza.
Yo tenía 12 años, fue cuando conocí a Susan, fue cuando comencé a encontrar al amor.
— ¿Susan me quiere?
Luego a los 15 le pregunte a mi mamá. Ella estaba cocinando, mi mamá deja el cucharon y va hasta mí.
— ¿Dudas de ella? —me dice.
— No.
— ¿Entonces?
— Siempre se enoja conmigo, siempre quiere ponerme reglas.
Mi madre me acaricia la cara.
— Escúchame, no dejes que te controle, no dejes que te diga que hacer. Mejor habla con ella y arregla las cosas.
Solo asiento.
No recuerdo cuando fue la última vez en que me he puesto a pensar tanto en mi relación con Susan, creo que la relación se ha vuelto toxica, muy monótona, muy triste. Hemos intentando hacer que funcione, pero si seguimos, a la larga será peor las cosas.
¿Quiero a Susan?
En realidad ya no lo sé, creo que ahora solo estoy con ella por pura costumbre.
Abro la puerta de mi casa y entro, agarro mi celular y busco el mensaje de Amelia.
Amelia: ¿Podemos hablar?
Agustín: sí claro.
Pasaron algunos minutos cuando mi celular comenzó a sonar.
Pero no es Amelia.
Emilio: fiesta hoy, en la casa de charles.
Tengo mucho tiempo sin ir a una fiesta, o bueno, ir a una fiesta solo.
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