Ella, siempre será ella
Muchos árboles. Muchos árboles es lo que se ven, miro para todos lados y no veo más que árboles, comienzo a caminar, pero es como si estuviera en una jungla.
No sé por cuanto tiempo estuve caminado hasta que visualizo una casa, una casa bastante bonita. Veo como hay un niño aprendiendo a caminar, una mujer le tiene los dos bracitos agarrado mientras comienza a caminar poco a poco, a una distancia no tan lejana hay un hombre. Me acerco más para ver de cerca y me doy cuenta de algo.
Es mi mamá la señora.
— Uno, dos, uno, dos. —su voz es suave y tierna—. Sigue así jace, lo hace bien mi amor.
Jace.
Ese es mi segundo nombre.
Si esa es mi mamá, entonces... trato de verle la cara al hombre pero se me hace imposible, es como si estuviera censurada. Él bebe que al parecer soy yo, da unos cuantos pasos hasta llegar al hombre, luego el hombre se tira al suelo y alza al niño.
— Bien campeón, lo has logrado.
Él bebe comienza a reír, mientras mi mamá se acerca y también se tira al suelo junto a ellos.
— ¿estás feliz? —le pregunta el hombre.
— Me haces feliz.
Entonces estoy yo ahí parado, viendo toda esa escena, todo lo que algún día quise que en verdad pasara y nunca se cumplió. Ambos se levantan y me miran.
El hombre agarra en brazos al pequeño, pero no quita la vista de mí. Su boca se abre y escucho salir de su boca un:
Agustín.
— Agustín, Agustín.
Parpadeo.
¿Ese es mi papá? Esa no es la voz de él, es de... Roger.
— Despierta Agustín, se te hace tarde.
Entonces, me doy cuenta que todo es un sueño.
Abro los ojos lentamente. La luz del sol golpea un poco mis ojos, me doy vuelta en la cama y veo a Roger parado, aun llevaba su pijama.
— Buenos días.
Roger sonríe.
— Buenos días campeón, levántate es tarde.
— ¿Hora?
— 7:50
¿Qué? Diablos.
Mi primera clase es a las 8:30.
Me levanto de la cama rápidamente y me meto al baño. No me tardo más de 5 minutos, busco mi ropa y salgo rápidamente de mi cuarto, bajo las escaleras y escucho a Roger en la cocina.
— ¡Voy saliendo Roger, nos vemos!
— No espera.
Me detengo en la puerta y me volteo.
— ¿Si?
— Eh, solo quería decirte. —tose—. Solo quería decirte suerte.
Le muestro una sonrisa. Me acerco a él y le doy un abrazo.
— Gracias Roger.
El me devuelve la sonrisa.
— Bueno, vete que se te hace tarde.
Roger me da unos golpecitos en mi hombro y sin decir más salgo.
Ella, siempre será ella.
Me acuerdo cuando le recalque eso a Emilio.