Capítulo 4

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Un encuentro.

2 meses después

Roger está parado al frente de la televisión cuando bajo a la sala.

— ¿Por qué no te sientas?

Roger se sobre salta y me mira.

— Iba a dejar el control justo aquí. —señala la mesita que está debajo de la televisión—. Pero vi este programa y ¡Woow!

Rio.

A Roger le encanta ver programas de vampiros, demonios y todas esas cosas y al parecer encontró un programa así.

— Bueno, disfruta tu programa, ya me iré a la universidad.

Roger asiente. —suerte hijo.

— Por cierto. —dice Roger—, tu mamá me dijo que te dijera que si podías buscar a Liam.

Asiento.

— ¿A las 2?

Asiente.

— Está bien, ¿Tú llegaras tarde?

— Sí. Ayer un compañero cubrió mi turno, hoy tendré que hacerle el mismo favor.

Asiento.

— Adiós.

Roger me dedica una sonrisa y se despide con una movida de mano.

Hoy le dije a Susan que iba a esperarla a que saliera, casi siempre sale a las 1:30, o bueno, tan solo tres veces a la semana, los otros dos se va hasta mucho más tarde.

Saco mi celular y le escribo a Susan.

Agustín: estoy en la cafetería.

Susan: estoy en el salón ¿podrías venir?

Agustín: claro, ¿no quieres nada?

Susan: un jugo estaría bien.

Agustín: un jugo será.

Susan: <3

Podía decir que las cosas entre Susan y yo han mejorado bastante, ya no peleamos todos los días, eso es algo bastante bueno.

— ¿No quieres seguir conmigo? —le digo

— ¿Qué? ¡Claro que quiero! —me contesta.

— ¿Entonces? Su, quiero arreglar las cosas, quiero que esta relación de para más, pero no podre si tu no me ayudas.

Susan se quedó callada por varios segundos.

— Pondré de mi parte.

Entonces nos besamos, nos besamos y nos besamos. Fue como si fuera nuestro primer beso, fue tan bonito, tan lleno de pasión.

Subo las escaleras con el jugo en mi mano, escucho muchos murmullos mientras camino. De un momento a otro siempre era así, camino por cualquier pasillo y las mujeres me miran como si ellas fueran leones y yo su presa.

— Hasta en la universidad haces estragos.

Emilio se incorpora conmigo y me sigue el paso.

— Hola Emilio, ¿Cómo estás?

— No seas nena y no me cambies el tema.

— ¿Qué tema?

Ambos nos detenemos.

— De tu popularidad, acabo de comprobar que Edward no es tan popular como tú.

Suspiro.

— Ya sé lo que dirás. —se adelanta—. Pero esto me beneficia a mí también.

AgustínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora