Capitulo 31: Marchito

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Canadá

Aun no quería entrar, pero tenía que hacerlo, respire varias veces, mis manos temblaban, abrí la puerta y ahí estaba, Alfred postrado en la cama, con vendajes en la cabeza, uno que otro rasguño en su rostro y usando un collarín.

—Alfred— todo había llegado demasiado lejos.

—Alfred—me acerqué a el y le tome de la mano—hermano, perdón, si hubiera evitado de que fueras, esto...esto no hubiera pasado—  mis mejillas se sentían húmedas, estaba llorando, sentía tanta impotencia, me sentía inútil por no haber ayudado, primero el brazo roto y ahora...no solo un brazo roto, esa persona estaba  pasado de la raya.

Salí de habitación, tenía que dejar descansar a mi hermano, mañana seria otro día, mañana, ¿Qué pasara mañana? ¿Qué le diré a los demás? 

Volví a la sala de espera, Rusia no parecía estar bien, su rostro estaba mas pálido, decaído y no lo podía juzgar, yo también me sentía así, un inútil, sin poder hacer nada, pero a pesar de todo estaba enojado con el, ¿por qué? si nunca se hubiera enamorado de mi hermano, esto nunca hubiera sucedido, todo era su culpa, poniendo en peligro a mi hermana, no, a todos, como pudo actuar sin ningún cuidado, ¿acaso no conocía al  jefe de mi hermano? aun así todo ya estaba hecho y lamentarme por eso no solucionara el problema que ahora tenemos. 

 —¿Cómo esta?— la voz de Rusia me saco de mis pensamiento innecesarios, a pesar de todo, no puedo odiarlo.  



Rusia

Canadá había vuelto, no parecía estar bien, no podía esperar más así que me acerqué a el, lo tome de los hombros —¿Cómo esta?— mis manos estaba temblando, no, todo mi cuerpo estaba temblando, ¿Cómo pudo pasar esto? es mi culpa, si hubiera sido más precavido...

—el...el esta bien, no te preocupes, solo tiene que descansar—

—oh...entiendo, que bien que no fue algo grave...—

Aun así no estaba calmado con la respuesta de Canadá, pero era mejor así, tengo que tener la cabeza fría y si llegara a derrumbarme, no podría ayudar y seria una carga para ellos dos y eso el lo menor que quiero, ser una carga.


•••


Nos fuimos del hospital, Alfred no podía recibir visitas y era mejor que no nos vieran juntos, así que los tres regresamos al hotel, ya era tarde, por suerte  no nos encontramos con los otros, así que no teníamos que darle explicaciones a nadie. Los tres nos dirigimos a la habitación de Canadá, era ahora o nunca para hablar acerca de lo ya planeado, ya no podíamos atrasar más el plan o alguien mas saldría lastimado.

—Tenemos que comenzar con el plan, esto no puede seguir así, ahora fue Alfred,  su jefe esta pasado los límites — nunca había visto al calmado canadiense estar enojado y como no estarlo, yo también lo estaría si lastimaran a mis hermanas.

Suspiro pesadamente, esto se estaba poniendo mas complicado de lo planeado —si, pero aun no sabemos si  fue el jefe de Alfred... o el mio —

—es cierto, es difícil saber quien fue, esos malditos, yo iré— Canadá y yo la vimos al mismo tiempo a mi hermanita, ¿a donde iría? —¿De que hablas?—

—iré a ver que planea—

—no— ella me miro desconcertada a mi negatividad. 

—¡¿Por qué no hermano?!, El tiempo se esta acabando, muy pronto nos iremos a nuestros respectivos países, ¿acaso quieres postergarlo? Si las cosas siguen así, no será solamente el  gordo, después seguirás tu y yo no quiero que te pase nada malo—

—lo se, pero no quiero ponerte en peligro— era la verdad, esto se estaba complicando, cada minutos, cada segundo.

—ya lo se, pero esto debe terminar hermano— 

Todo se estaba complicando, tengo que confiar en mi hermana, se que ella es muy capaz, es valiente, eso no quita que sea mi hermana menor,  pero tengo que confiar en ella.

—esta bien—



•••



La mañana siguiente fue atareada, tuvimos que ir a la junta mundial, cada quien con su jefe, el jefe de América estaba despreocupado y algo avergonzado disculpándose por la ausencia de su joven nación, que desgraciado, si pudiera le partiría en dos, pero por desgracia no puedo, debo controlarme.

—Rusia, pon atención, ahora es momento de atender tus asuntos como nación y dejar atrás tus problemas personales  —

Con asombro mire a mi jefe, ¿como sabe el que no me encuentro bien?, el me miro de una forma desinteresada, claro que el dijo eso con suma intención, el fue, el fue el responsable de que Alfred estuviera postrado en una cama de hospital, de seguro también ya sabe que mi hermana y el canadiense estuvieron conmigo en el hospital, ¿acaso nos mantenía vigilados? 

—usted fue...¿verdad?— el me miro sorprendido, pero una pequeña carcajada salio de su boca, sin llamar la atención de los demás,  el uso como escudo una carpeta  negro que llevaba y entre susurro me dijo  — "y tu que crees"— la furia invadía mi ser, ese maldito se atrevió a tocar a alguien preciado para mi , si pudiera lo mataría, ahora no podía hacer nada, solo tranquilizar esta furia que tenía dentro.   

Después de la  junta fui directo con mi hermana y el canadiense, es ahora o nunca, los llame a los dos, estos me miraron extrañados, pero entendieron al verme, ni  yo mismo me sentía bien mental y físicamente.




Bielorrusia

 Después de la junta, mi hermano me llamo, no estaba del todo bien, con solo verlo me di cuenta que lo estaba pasando mal.

—¿Qué pasa hermano?—

El suspiro fuertemente,  su rostro mostraba cansancio y sobre todo estaba pálido —no fue el jefe de América—

—¿Qué?— el canadiense se veía confundido, al igual que yo.

—la persona que lastimó a Alfred fue mi jefe— su rostro mostraba descontento, enojo, casi como si quisiera vomitar al momento en que nos dijo.

—entonces fue tu jefe y ahora que aremos hermano, dejar que ellos se salga con la suya, dejar que ellos ganen, dejar que nos sigan pisoteando, así que déjame ayudarte hermano— 

—hermana— el me miro con preocupación y me abrazo, ese abrazo me sorprendió, al principio me tense, pero me relaje  y le devolví el abrazo, los dos ignorando al canadiense, por el rabillo del ojo lo vi, el también tenía y una cara de tristeza, mi hermano se separó de mi, pero no tanto, nos acercamos al canadiense, y nos abrazamos.   

No dejare que mi hermano siga sufriendo.  

Mi eterno enemigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora