Nayeon aguantó toda la semana. De lunes a domingo. Fue a la escuela, al trabajo, salió con sus amigas y puso su mejor cara en todos los sitios. Todo el mundo creyó que lo estaba llevando genial, incluso ella misma llegó a creérselo. Eso fue hasta el domingo por la noche. Nayeon llegó a casa después del trabajo y tiró la bolsa por ahí, vio que no había nadie en casa así que se sentó al sofá. Ni siquiera encendió ninguna luz, estaba completamente a oscuras pero poco le importaba. De hecho, nada le importaba ya, solo una única cosa. O más bien una única persona. Rompió a llorar. Lloró como una niña pequeña sin consuelo, recordando una y otra vez a Mina. ¿Y si no volvía a verla nunca? ¿Y si no volvía nunca? El miedo a perderle para siempre se hacía cada día más y más fuerte. Lloró recordando su rostro, su precioso rostro con esos lunares tan característicos y que tanto adoraba. Su sentido del humor sarcástico, su risa cuando conseguía hacerla reír con alguna tontería e incluso todas las discusiones que habían tenido. Extrañaba absolutamente todo. Sus besos, sus abrazos, cuando le tomaba la mano, esa sensación de calidez que solo sentía cuando estaba a su lado, todo. Pasó la noche derramando lágrimas, hasta que finalmente pareció que ya no le quedaban y sus ojos escocían, fue entonces cuando se durmió, sin ni siquiera moverse del sitio, en el sofá.
Al día siguiente despertó en la habitación, arropada con las mantas y abrazando el peluche de pingüino. Abrió los ojos lentamente y pensó que Jackson o su madre la habrían cargado hasta la cama después de dormir. No podía volver a dormir pero tampoco se molestó en moverse de allí, simplemente abrazaba el peluche como si tuviera a Mina al lado. En unas horas, o puede que minutos, no tenía ni idea, alguien abrió la puerta de su habitación suavemente. Sus dos familiares entraron y se sentaron en el borde de su cama, ella no hizo ningún movimiento, se sentía sin fuerzas para hacer nada. Su madre le acarició la mejilla y le colocó suavemente un mechón de pelo detrás de la oreja.
- Nayeon, cariño. -Le habló muy flojo, como si tuviera miedo de romperla. -Sabes que nos tienes a Jackson y a mi para todo lo que necesites.
Sabía perfectamente que no podía hacer nada para animarla, pero dejarle claro que tenía apoyo era fundamental.
- A mi, a mamá y a un montón de amigas que pegarían palizas por ti. -Jackson añadió.
A diferencia de Yeeun, Jackson habló bastante brusco por lo que Nayeon le miró. De normal tenía una dulce sonrisa en el rostro pero ahora tenía las cejas gachas y una cara seria. Estaba probablemente enfadado con la japonesa. Y con razón. "Ojalá yo pudiera estar enfadada con ella. Solo soy capaz de echarla de menos y estar triste". Una lágrima bajo por su mejilla. "Soy una inútil". Yeeun limpió rápidamente su mejilla y la sentó en la cama para poder abrazarla. Un abrazo al que se unió Jackson rápidamente.
- Todo el mundo la está buscando Nayeon. Tus amigas, la policía, incluso yo. Te aseguro que no va a escapar a la paliza que le voy a dar cuando se atreva a volver.
- ¡Jackson! -Yeeun le regañó.
A Nayeon le había hecho gracia pero ni siquiera fue capaz de expresarlo, su rostro se mantuvo inexpresivo.
- Venga, ahora vamos a comer y luego vendrán tus amigas.
- Tienen clase. Y yo también.
Lo recordó de repente, y se dio cuenta que ni siquiera eso le importaba.
- Volverás a ir, todo el mundo puede estar malo un día o dos. -Yeeun la animó.
- Vendrán nada más terminar el instituto. -Jackson aclaró.
Nayeon asintió a ambas cosas aunque tenía claro que no volvería ni en un día, ni en dos, y si seguía así nunca. Tampoco tenía ganas de ver a nadie pero tenía menos ganas aún de discutir por lo que no dijo nada de lo que estaba pensando.
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Irony
Fiksi PenggemarLa vida de Im Nayeon es aparentemente perfecta, está en el último año de instituto y es la chica más popular y con mejores notas de escuela. Pretende terminar de la misma forma el instituto pero tres japonesas irrumpen en su camino, especialmente My...