Treinta y uno.

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Di el último sorbo de café a la taza mientras veía cómo se hacía de noche. El chico que vi más temprano se acercó a mi para advertirme que el local estaba por cerrar, le pedí unos minutos más y seguí esperando a Acacia.

La vi salir por la puerta del almacén, con un bolso y una chaqueta gris en sus manos.

— Ya podemos irnos.

Me levanté y los dos nos fuimos al estacionamiento, le abrí la puerta del copiloto y luego entré yo al auto. Esperé sus indicaciones y luego encendí el motor para llevarla hasta su casa.

Ninguno hablaba, ella estaba demasiado callada. No sé si era por no querer preguntar o por no saber cómo comenzar.

— ¿En serio vine hasta aquí para que no me digas una sola palabra?

— Déjame buscar las palabras correctas para empezar.

— Para cuando consigas las palabras correctas habremos llegado a tu casa.

— No te he dado la dirección de mi casa.

Guardé silencio y seguí el camino. Ya estaba consciente de que no me dirigía a su casa, pero no tenía miedo de ir a donde me pedía.

Luego de unos minutos el GPS marcó que había llegado a mi destino. Llegamos a un local de comida, aún estaba abierto. Entramos y nos sentamos en la primera mesa.

— El local permanece abierto hasta las dos, aún no me esperan en casa.

Pedí malteadas y dos pancakes.

— Debes tener hambre— le dije, al notar su impresión por haber ordenado comida.

— Dejemos de evadir el tema que de verdad importa— dijo luego de unos minutos.

— ¿Quieres empezar tú?

— ¿Qué te trajo hasta aquí?— me preguntó.

— ¿Cómo que qué?

— Dios, no sé cómo empezar...

— Empieza por explicarme el por qué de todo ésto.

Se quedó en silencio, mirándome. Nuestra orden llegó y ella empezó a comer, jugaba con el tenedor sobre el plato, no decía una sola palabra.

— Empiezo...— tragó un bocado y empezó a hablar— La razón de todo esto siempre fue volver, ignorar todo lo que sucedió éstos años, dejar los rencores e iniciar una nueva vida.— hizo una pausa— Viví toda una vida de mentiras con mi padre. Pensando en que el malo de la historia siempre había sido él y que mamá sólo no podía cuidar de mi.

— Continúa...

— Desde pequeña mamá era descuidada. Cuando empecé a tener uso de la razón y lógica, ella intentó tergiversar cada situación a su beneficio. La falta de comida, de amor de padre y la decadencia de mi hogar era algo más allá que sólo un padre despreocupado, pero ella siempre lo pintó a su manera. Lamentablemente me so cuenta muy tarde, estando allá, bajo el techo de mi padre— dio otro bocado— No podía mirarle la cara, estaba avergonzada. En fin, al iniciar la preparatoria pensé que sería distinto a todas las demás, pero siempre era lo mismo, chicas detrás de mi para denigrarme, hombres queriendo buscar debajo de mi falda. Viví 16 años de inseguridades guardadas bajo mi hombro.

— ¿Puedo preguntar?

— Sólo cuando sea necesario— cortó— Éste año decidí cambiar, entrar a un nuevo mundo de oportunidades. No pensé en toparme con personas tan hermosas como tus amigos y sobre todo tú.

— Aquí inicia la parte que quiero saber...

— Cuando te conocí pensé en lo lindo que era tu cabello. Admito que desde el inicio siempre te me hiciste interesante por ciertos aspectos que noté. Me decidí a hablarte y ahí noté que más allá de lo lindo, había una persona tímida. Y más que intentar algo contigo, quería ayudarte a salir de ese abismo que era la timidez, lo viví en carne propia. Mi propósito fue ese, cuando noté que estaba resultando me alegré, luego me aterré al notar que no sólo había logrado algo, si no descubierto que te amaba. Que comenzabas a gustarme y que debía darle un freno.

Una Chispa de VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora