Quince

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CAPÍTULO 15: Mañana será otro día.

— ¿Tienes algo que contarme, hijo?– su vista aún estaba fija en el televisor.

— Algo como qué– contraataqué.

— Chloe dijo que estabas a la defensiva.

Supuse que se iría de bocona.

— Mamá, no pasa nada.

— Sabes que voy a enterarme tarde o temprano...

Y razón tenía. No se quedaría quieta hasta que le dijera de qué se trataba.

— He estado saliendo, ¿Sí? Todos estos días, desde las dos hasta las seis. ¿Esa es tu única regla, no?

— Hijo...– me interrumpió.

— Si, sé que debía pedirte permiso o avisarte. No lo vi necesario ya que no estabas aquí. Si te molesta disculpame, la próxima vez lo haré. Pero es Chloe quien siempre está a la defensiva, cada vez que llego dice que voy tarde y que va a delatarme si no le digo a donde fue, es... es frutrante.

— ¡Mike!– volvió a interrumpirme. Hice silencio.— Ella me habló de una chica.

Lo sabía, algo tenía que decir.

— Sobre eso, no quiero hablar.

Hice el intento de levantarme, pero ella me detuvo.

— Soy tu mamá.

Sabe todo de mi vida y era siempre con quien me desahogaba. De un día para otro la convertí en una desconocida, ya no era ella la que sabía cada aspecto de mi vida.

— Es solo una chica, mamá. Nos hemos visto un par de veces y me gusta, es eso.

Mamá sonrió. Quizás fue un reflejo de su cuerpo o lo hizo por inercia.

— Es la primera vez que me dices algo así.

— Lo sé, pero aún no quiero hablarte de eso. Te prometo que te avisaré al salir.

No permití que siguiera hablando, la dejé en el sofá con una sonrisa en su rostro y me fui a mi habitación.

Escuchaba la voz de Chloe y Mónica cuchichear del otro lado de mi habitación. Lo malo de esta casa era que todo se escuchaba. Era estresante escuchar el llanto de Michael por las noches, aunque si digo la verdad, hasta eso extraño.

Me quedé un rato escuchando música hasta quedarme casi dormido. Apagué el reproductor y cerré los ojos.

El ruido de la puerta me despertó, eran las ocho con veintitrés minutos. Abrí la puerta y ahí estaba Mónica. Olvidé que yo la llevaría.

Tardé en reaccionar, cuando lo hice chasqueé mis dedos y salí, ella me siguió hasta la sala.

Avisé a mamá y papá que llevaría a Mónica porque se le hizo tarde, no pusieron ningún pero. Nos subimos al auto y emprendimos nuestro viaje dejándome llevar por las indicaciones que ella me daba.

El auto estaba en silencio, estaba claro que yo no hablaría, mucho más porque no sabía sobre qué podía hablar. Ella rompió el silencio.

— ¿Qué tal te parece la ciudad?– preguntó.

— Me parece linda. Es limpia y tranquila.

Escuché su largo suspiro.

— ¿Como dirías tú que es tu tipo de chica?– volvió a preguntar, sin tener nada que ver con su pregunta anterior.

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