Veintidós

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CAPITULO 22: Besos que curan.

Luego de aquel incidente no paran de llover comentarios sobre la fiesta de Pj. Nuestra pelea desató polémica y todos creen que me he ligado a la pelirroja de último año. Los rumores lo son todo en esta escuela y de verdad es molesto ser el protagonista.

Durante todas los días se escuchan murmullos sobre lo que pasó entre nosotros dos y cómo no, los apodos no se quedan detrás. He escuchado que me llaman "Calienta hembras", "7 minutos, Precoz" y el mejor de todos "Mal polvo". Con ella es más complicado, al ser mujer casi siempre te critican hasta por hurgarte la nariz. Para aquellos que creen el otro lado de la historia la han llamado "Calienta pollas", pero a ella no parece afectarle y mucho menos a Adam, continúan haciendo énfasis en que yo me de cuenta de que siguen siendo novios.

El resto de la semana se resume en eso. Yo encerrado en casa. Yo en la escuela escuchando rumores en los pasillos. Yo viendo a Acacia todos los días en detención sin decir al menos una palabra.

Es realmente incómodo tener que compartir el mismo salón con ella y no poder hablarle, pero me prometí a mi mismo que por el bien de Mónica y el mío este sería un nuevo comienzo.

Se supone que nada de ésto debería afectarme.

Sobre Mónica no hay nada que acotar. Es perfecta. Y yo soy tan mierda para ella que siento que no la merezco. Se esfuerza tanto en agradarme que se merece el mundo entero y si estuviese a mi disposición no dudaría en dárselo. Es hermosa. Una niña muy dulce con una sonrisa inocente y gentil.

No la merezco, insisto en que no.

Ya se cumplieron las dos horas de detención. Último día de una pésima semana. Pero a verle el lado bueno, hoy culmina mi castigo y ya la semana siguiente saldremos de vacaciones por navidad.

Me levanto y firmo la carpeta sobre el escritorio, coloco mi firma y la hora de salida. Luego solo me voy. Antes lanzo una mirada fugaz hacia el salón de clases casi vacío. Acacia está con medio cuerpo sobre el escritorio, firmando la carpeta. Creo que siente mi mirada, ya que voltea hacia la puerta.

No me ve.

Trato de ser veloz y me alejo de la puerta antes de que note que la estoy mirando.

Afuera me espera papá en el auto, supongo que ha salido temprano. Lo saludo con la mano y me subo al auto.

— No creo acostumbrarme a tener que buscarte tan tarde en la escuela– bromea, yo me río. Por un segundo su mirada queda fija en algún punto, no me percato de que mira hacia la puerta— Espera, ¿Aquella no es...– no termina de hablar cuando su vista se queda en un punto fijo.

Volteo a ver de quién se trata. Pero la única persona que sale de la escuela es Acacia.

— Papá, arranca el auto– digo llamando su atención.

— Lo siento... pensé que... olvídalo– sacude su cabeza y enciende el motor.

Ahora la curiosidad me estaba matando. ¿Estaría viendo a Acacia? Debí haber dejado que hablara.

— Papá– llamo su atención y espero que conteste, éste hace un sonido a modo de pregunta— ¿De quién hablabas allá en la escuela?

— Oh. La chica, esa pelirroja que iba saliendo de tu escuela. Se me hace familiar.

Nunca he llevado a Acacia a casa con mis papás presentes, es imposible...

— Estarás delirando– bromeo.

— No, no. Es cierto, no olvido un rostro.– dice, y habla en serio.

Hago silencio para evitar un ataque cardíaco, si le sigo el rollo dará con que la ha visto y terminaré por decirle todo. Sí papá, ella es la responsable de que ahora soy el chico siete minutos.

Una Chispa de VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora