Veintitrés

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CAPÍTULO 23: Repercusiones.

— Parezco un pingüino, mamá– me quejo mientras me miro al espejo. Estoy probándome el traje que mamá compró para mi, detesto esto.

— Los pingüinos no visten traje, tampoco son de éste color– acomoda el cuello de mi traje y lo sacude un poco— Ya quedó.

Me miro una vez más en el espejo, no me veo tan mal.

Mamá se tomó al menos dos horas en elegir entre un saco normal o un chaleco, también el color. Agradezco que haya escogido el saco azul, de otra manera parecería un camarero o un pingüino de verdad.

Acomodo el moño que mamá ha puesto en mi cuello, ese es "su toque personal", opino que no me veo mal.

Mamá sale de mi habitación y va a la suya, supongo que ha vestirse. Aún es temprano, faltan dos horas para que la gente empiece a llegar y ya está todo preparado.

Berta, la señora de servicio de la empresa, se ofreció a ayudar a mamá con la comida y las bebidas, por lo tanto fue una de las primeras en llegar. El jardín de atrás está lleno de mesas y sillas forradas con manteles blancos, como decoración hay una botella de vino en cada mesa. Mamá adornó el porche como una pequeña zona de fumadores para los trabajadores que sean amantes de la nicotina. En la cocina está el resto de las bebidas y toda la comida que ordené para hoy. Solo falta que la gente empiece a llegar y listo.

Estoy sentado en el sofá esperando a mamá.

Un par de autos se estacionan frente a la casa, como mamá aún no sale me toca a mi abrir la puerta. Guío a las cinco personas que llegaron hasta el patio trasero y así con todas las que llegan después de estas. En al menos cuarenta y cinco minutos ya todos están aquí, yo sigo esperando que mamá baje. Escucho sus tacones resonar por las escaleras y me levanto para recibirla. Sonrío y me acerco hasta ella.

Madame– tomo su mano y la ayudo a bajar el último escalón.

— Qué guapo es mi hijo– dice.

Nos encaminamos hasta el patio, abro la puerta corrediza para que ella pase primero. Mira a todos con agradecimiento, supongo que no esperaba que todos asistieran. Papá aparece detrás de nosotros rodeando a mamá por la cintura y a mi por los hombros. Hace años que no venía tanta gente a la casa, ni siquiera para las reuniones familiares.

Los tres entramos completamente al patio, todos se dan cuenta ya que se levantan y aplauden, nos aplauden a nosotros.

El jefe de mamá se acerca a nosotros con una copa de vino en sus manos. Estrecha las manos de mamá y las mías, le da dos palmadas en la espalda a papá y les agradece por la hermosa decoración. Llama la atención de todos sus empleados y comienza a dar un discurso de agradecimiento a mis padres.

Me retiro del lugar y voy hacia la zona de fumadores solo para sentarme, envío un mensaje a Mónica a ver qué está haciendo. Ayer olvidé invitarla a la reunión, pase toda la noche tan distraído que no tuve tiempo de pensar en ello. Bebo una pequeña copa de vino mientras espero que responda, al ver que no lo hace guardo el teléfono en mi bolsillo.

Me acerco a mis padres que hablan animadamente con sus compañeros de trabajo, parece que se llevan bien con todos.

— Oh, amigos. Olvidé presentarles a mi hijo, él es Mike.– dice mamá, levantándose.

— Un gusto, soy la alegría de la familia– intento sonar seguro de mi mismo.

Mamá me sonríe algo sorprendida por mi repentina seguridad. Me invita a sentarme con todos ellos y acepto, no seré una espina en el zapato hoy, intento ser el mejor hijo para no amargarla.

Una Chispa de VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora