Steve

-Siete-

—¿Pero que coñ...?—susurré pero una vez más presencié la silueta de alguien tras los arbustos . Juraría que se me hizo conocida, pero no sabía exactamente quien era.—¡Beth!, ¡Tenemos que irnos!— le pedí pero no parecía que fuera a reaccionar.—¡Beth!—la moví bruscamente, fue entonces cuando me miró.—Vámonos.

—Pe-pero...

No podíamos quedarnos aquí, menos sabiendo que aquel asesino andaba suelto.

—¡Date prisa!—la tome del brazo y corrimos hacia donde se encontraba la entrada devuelta a el instituto.En un momento ella se me adelantó soltándome la mano torpemente lo que hizo que me descontrolara y cayera al piso.

Mi cara se estampó contra una roca y sentí el impacto de esta contra mi nariz.

Me queje un momento pero no teníamos tiempo así que me levante rápidamente.

—¡Abi! ¿Es-estas bien?—cuestionó asustada mirándome.—¡Joder! ¡Estas sangrando!

La manera en que lo dijo me sobresalto por completo, sabía que estaba sangrando pero tampoco tanto...

¡Dios mío! ¡Mi camiseta esta llena de sangre! ¡Incluso mis manos también!

—Tu frente...—murmuró.—también sangra.

Al parecer no había sido cualquier golpe si no uno muy duro.

—¡Sígueme!—le ordene cuando recordé el camino a la escuela, donde realmente no faltaba mucho.

A pesar de mi gran accidente decidí ignorarlo; el miedo era quien me apoderaba en este momento dejando de lado el dolor.

—¡Ahí está!—mencionó Beth emocionada cuando por fin localizamos dicha entrada.

Sin pensarlo dos veces nos adentramos a el lugar.

—¡QUE MIERDAS ACABA DE PASAR!—exclamó Beth quien al parecer ya había reaccionado.

—¡Shh!—la calle girando hacia los lados; aparentemente no había nadie pero yo seguía sintiendo miedo.

—¡Abi, tenemos que avisarle a alguien!—dijo con la intención de irse.

—¡Beth!—la tome del brazo.—¿Como pretendes que digamos esto? ¡Solo mírame! ¡Estoy empapada de sangre!

—¡Pero fue porque te caíste!

—¿En serio crees que van a creer que me caí?

—¡Pues...

Las pisadas de alguien se escucharon del otro pasillo, más bien como si estuviera huyendo o corriendo de regreso.

—¡¿Escuchaste eso?!

—¿Alguien estaba oyéndonos?

—O viéndonos mejor dicho...

—Creo que debemos irnos.

Asentí. De alguna forma u otra la sensación de ser observada jamás desapareció hasta que entramos a nuestra habitación.

Fue extraño, incluso creí haber visto a esa silueta antes o haberla reconocido.

[•••]

—¿Te duele mucho?—me pregunto mi amiga.

—¡Si! ¡Ouch!—me queje cuando puso la pomada sobre la herida en mi rostro.

La convencí para no ir a dar aviso; aunque sé que claramente debimos haberlo hecho pero era obvio que no tendría sentido nada de lo que dijéramos, además, nadie traspasa esa puerta nunca, ¿como lo habíamos hecho nosotras? Y ¿qué hacíamos a las tres de la mañana?