15.- Naranja intenso

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Al final no fui a la cafetería, y me dirigí a casa.

Y aquí estoy, dibujando como poseso desde que llegue, sin moverme para nada más. Ver sonreír a Laith fue demasiado para mi, todo estallo en ideas e imágenes que tenía que plasmar rápido. Las hojas se apilan a mi lado, hay otro reguero de papeles desechados en el suelo y trozos de viruta de los lápices. Termino el último trazo y dejo el lápiz para admirar lo que acabe. Los dedos me dan punzadas de dolor, y los muevo con cuidado para quitarme el dolor. El reloj marca la una de la mañana. Me levanto, y ahora es la espalda la que me da dolor. Me estiro mientras camino al interruptor de la luz junto a la puerta, y luego a la cama. Me quito los zapatos y enciendo la lámpara de noche.

He tenido muchas lámparas de noche, y no porque tenga miedo de la oscuridad. Las lámparas que compro arrojan su luz en forma de puntos de luz por toda la habitación simulando estrellas. No tengo sueño todavía, le hecho una hojeada a mi cuaderno.

¿Cómo me van a creer? Todos temen conocer lo desconocido. Yo no creo que lo que veo sean solo sueños, pero ¿Cómo les demuestro que no miento? Además mi padre tiene razón, aunque todo eso haya pasado, ya no importa porque no estamos allá, pasado u otro mundo, ahora estoy aquí, ahora soy diferente. Me pone nervioso saber que ahora seré compañero de trabajo de Laith, ah, va a ser muy difícil trabajar con él si cada que le veo me siento feliz, extremadamente triste, emocionado, y quiera ponerme a reír y llorar al mismo tiempo, no me había pasado en mucho tiempo, desde que aprendí a controlar lo que sentía y no enojarme con Virginia por cosas que no había hecho ella (en este mundo). No me había puesto a pensar en que me está pasando, tampoco hay mucho que pensar, lo único que puedo hacer si quiero seguir en contacto con él es hacernos amigos. Pero que estoy diciendo, ese es el maldito problema, no pienso en él como alguien a quien acabo de conocer, no pienso en él como un amigo, ni siquiera pienso en él como Laith. Si él llegara a ver mi cuaderno o si se enterara que hasta hace unos años mi habitación estaba repleta de dibujos de él por todas las paredes, pensaría que soy un acosador.

Mis pensamientos siguen siendo un pozo sin fondo por la mañana también. No me extraña que mi familia me vea con preocupación si hace unos días estaba casi saltando de felicidad.

— ¿Tienes clase hoy?

— Si— al menos se que no le veré allá hoy— ¿Quieres que pase a hacer las compras? No iré a la cafetería hoy.

— Te daré la lista... Everett, sé que no confías tanto en mí como en tu padre, pero puedes contarme cualquier cosa.

— lo sé.

— ...

— ah, estoy muy confundido estos días. Quizá sea algo importante, ¿Sabes? Yo...— el teléfono de la casa me interrumpe. Mi mamá va a responder. Termino de desayunar, y como ella sigue entretenida en el teléfono me despido de ella con un beso en la mejilla.

La cafetería esta sola cuando llego, hay un montón de cajas en la entrada, y me quedo mirándolas intentando leer que es, porque Daphne no me dijo nada de recibir algo.

— Everett, que bueno que llegas. Sera un lio meter esto a la tienda yo sola ¡Se supone que llegaban la próxima semana! Ah, sí, mande a pedir mesas nuevas, las que tengo están pasadas de moda, y estas me parecieron más adecuadas para el café ¿No te parece?

— Aun están en las cajas.

— Entonces rápido, hay que acomodar todo antes de que tengas que irte— Suspiro y voy a dejar las cosas en el mostrador donde está la caja registradora. Las cajas son pesadas, y tengo me meterlas arrastrándolas por el suelo. Daphne abre la primera apenas la dejo dentro, y la dejo revolviendo el interior mientras voy por la segunda de las cinco cajas. Daphne solo logra sacar lo que para mí son solo trozos de madera retorcidos blancos, entre los dos sacamos el resto de la mesa. Es una mesa circular de madera, tallada con ondas y espirales en los bordes.

RE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora