𝐶𝑎𝑝í𝑡𝑢𝑙𝑜 𝐼𝐼𝐼

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Cuando atravesaron la periferia del castillo a caballo, la sensación de congoja en su pecho no hacía más que aumentar. El camino hacia Noxus sería gélido y fatigoso. Habían tomado la ruta noreste, colindante con el sur de Freljord.

Les llevaría unos días llegar hasta la ciudad. Por el momento, una fuerte ráfaga de viento los embistió sin ninguna piedad, haciendo que ella se revolviese dentro de su capa en busca de calor.

Aquel clima bien podía ser una alusión al guerrero situado tras ella; frío, brutal y despiadado. Todo en él le advertía que debía de tener cuidado.

Escuchaba su profunda respiración escalofriantemente cerca, había envuelto sus fornidos brazos en torno a su cintura para sostener las riendas del caballo y tan solo una falda de lana la separaba de su tacto. Aun así, notaba el calor abrasador de su piel. ¿Cómo podía desprender tanta calidez un hombre así?

Desvió la mirada hacia la frondosidad aclarada por los primeros rayos de sol y abarrotada de nieve. No pudo evitar recordar las imágenes que vio antes de ser secuestrada: Ríos de sangre esparcidos por cada rincón de su hogar; sangre de la gente que había entregado su vida por defender la fortaleza de su familia.

La huella de sufrimiento en su interior era imborrable. Rezaba porque los agresores no hubieran atacado la zona oeste del castillo, donde se encontraban los aposentos de sus padres.

Una lágrima descendió por su mejilla izquierda, si tan solo esa noche no hubiera discutido con su madre, ahora se podría permitir tener una mísera sensación de paz al haberse despedido correctamente. La pizca de agua salada se comenzaba a solidificar sobre su piel debido al frío. Se la limpió con los dedos y suspiró con pesadez.

Les acompañaban siete soldados noxianos. Siete hombres para poner patas arriba un castillo.

Todos ellos se irguieron con firmeza cuando vieron aparecer a Darius, su líder. Como era de esperar, le obedecían y respetaban. Jamás había visto unas miradas tan frías y calculadoras como las de aquellos hombres. Ni siquiera los guerreros dirigidos por Garen poseían aquel brillo amenazador en los ojos. Debían de ser auténticas máquinas de matar en el campo de batalla.

El corazón le dio un vuelco de forma súbita.¿Cómo reaccionaría su hermano al enterarse de lo ocurrido en su hogar? Si no hubiera tenido que marcharse para atender unos asuntos en la ciudad, ahora seguramente estaría muerto.

Se deshizo de aquella sensación. Garen estaba vivo y en su lugar, ella había sido secuestrada.

Su vida estaba en manos de un brutal salvaje.

Cabalgaron durante unas horas más y cuando alcanzaron la zona final del lago Rakelstake, Darius ordenó a sus hombres que se detuvieran. Necesitaban dar agua a los caballos, comer y tratar su herida con los pocos recursos que tenían.

El guerrero con su semblante pétreo, apretó la mandíbula y descabalgó. Luego la ayudó a bajar mientras intentaba no rendirse al agotamiento que sentía por el corte.

Sólo conocía un modo de dejar de sangrar.

Se apoyó sobre su enorme caballo y bajo la atenta mirada de la joven, hizo ver que lo acariciaba, a la vez que contenía una oleada de dolor. Era absurdo; una muchacha sin conocimiento de armas, ni experiencia en combate había conseguido hacerle daño de verdad.

—¿Ocurre algo? — Dijo Luxanna.

—No.— Darius se volvió hacia ella y tuvo que volver a contener la respiración.

Tenía las mejillas y labios rojos debido al frío. Hilos de luz acentuaban el brillo de su cabello dorado, que descendía en delicadas ondas sobre sus hombros y espalda. Estrujó el ceño al mismo tiempo que asimilaba su belleza. Un halo de misterio la envolvía, el instinto del guerrero lo percibía con claridad.

REDENCIÓN- DARIUS X LUX ✧LEAGUE OF LEGENDS✧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora