Sólo un ayer

6.

Kagami Tsurugi

Adrien levantó la mirada, la sorpresa en su rostro era obvia. No lo culpo, la verdad, yo también me miraría de esa forma de estar en su lugar.
Pero aún lo extraño, aún lo necesito conmigo pero, a pesar de ello, no le diré la verdadera razón por la que decidí alejarme.

-¿Qué hace ella aquí? -Dijo serio mirando a Nathalie

-Será nuestra nueva CEO -Dijo ella sin parecer intimidada por el chico- No está a discusión

En parte, entiendo la molestia de Adrien, tampoco estoy aquí por gusto. Nuestros padres tenían este acuerdo anteriormente pero, después de nuestra ruptura, los planes se complicaron y se desató una serie de eventos que terminaron con todo como lo conocíamos Adrien y yo.

Gabriel murió, mi madre decidió volver, Adrien se quedó con la peor imagen de mí, pero no fue mi intención abandonarlo.

-Si te sirve de algo, no estoy convencida de esto tampoco -Dije lo más tranquila posible

-¿Entonces por qué estás aquí, Kagami?

El tono de su voz me hizo saber que las cosas habían cambiado, que esa dulzura con la que solía hablarme se había transformado en rencor puro, lo sé.

Algo en mí se estremeció, como si saber esto fuera algo malo, como si todo esto fuera completamente estúpido porque sabía que vine aquí no tanto por el acuerdo que tuvieran Gabriel y mi madre, sino porque quiera verlo... Porque lo extraño.

-Nuestros padres tenían este acuerdo ya

-Bien -Se levantó de la mesa molesto y recargó sus manos sobre la mesa- Te libero del acuerdo, ahora vete

La mirada de Adrien me transmitió rencor, nostalgia y, a la vez, algo de amor aún. Pero le sostuve la mirada, tenía ganas de levantarme y abrazarlo fuertemente sin importar que Nathalie y todo el equipo de directores de departamentos estuviera ahí.

-No puedes -Intervino Nathalie- Tienes que respetar la voluntad de tu padre

Adrien se tensó. Su nerviosismo lo hacía ver tan lindo así, de pie, recargando las manos sobre la mesa y esa expresión de molestia y amabilidad mezclada. Adrien Agreste nunca, pero en verdad nunca, perdería la paciencia y si lo hace, estoy segura de que se mostraría igual de amable.

-La voluntad de mi padre, ¿En serio vas a venirme con eso?

Pareció que Adrien eligió ignorar a los demás miembros en la reunión, así que supe que empezaría la discusión. Yo sabía a lo que me enfrentaría al venir aquí, no me preocuparé a estas alturas.

-Adrien -Dije levantándome también- Nuestros padres lo acordaron antes de la muerte de Gabriel, debemos...

-¿Debemos? -Dijo Adrien algo confundido- Mi padre no está, no tienes que hacer esto

Nathalie miró a Adrien de forma severa, pero Adrien simplemente la ignoró. Ella supo que tendría que intervenir o, al menos, intentarlo.

-Adrien, no puedes...

-Sí puedo -Dijo él en tono firme- Sí puedo porque esta es mi compañía y tú trabajas para mí, así que sí puedo hacer esto, Nathalie

Nathalie se quedó sería, no dijo nada más. Asintió y bajó la mirada.
Adrien está algo diferente, el Adrien que yo conozco jamás haría algo así, jamás le hablaría de esa forma a Nathalie o a cualquier otra mujer, no es así como se supone que es él.

-Ahora, vete -Dijo dirigiéndose a la puerta y, tras abrirla, continuó- No necesitamos un CEO y, aunque así lo fuera, no quiero que seas tú

-Bien

Me levanté de la silla, tomé mi bolso y caminé a la puerta. Cuando puse un pie fuera, un impulso de apoderó de mí, me giré y caminé en su dirección.

-¿Sabes algo? -Dije acercándome un poco más a él- No vine por ellos, vine porque quería verte... También te extraño

Me miró confundido, su mirada me rompió también a mí. Lo extraño, lo quería ver y ahora que lo hice, él no es como solía ser. Su mirada sigue siendo dulce conmigo, pero sus actos ya no.

Me giré hacia la puerta y salí de ahí. No llegué tan lejos cuando sentí que me tomó del brazo haciéndome girar por completo y sentí cómo estampó mi rostro en su pecho.

-También te extrañé

Levanté la mirada un poco, ese chico me estaba abrazando de nuevo. Sus ojos entrecerrados en el abrazo más cálido y nostálgico que me han dado, sus cabellos un poco desordenados al rededor de su rostro, sus labios y su cálida piel. Entonces lo supe, estaba en casa de nuevo.