31. El dilema [Parte 1]

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La ostentosidad que mostraba la gran carroza de Zelda era sublime; portaba un color blanco pulcro, tallados excepcionales de parte de la mano de Karud a la hora de trabajar, detalles dorados alrededor de la estructura, la figura alada de la familia real en el tejado repartida por las esquinas y dos de nuestros caballos tirando de ella. Uno de los caballos era el de color blanco que Zelda montó en el trayecto a Hatelia, el cual no hacía muy buena pareja con el caballo gris de Gostin.

Apaya iba dentro de esa carroza junto con Zelda e Impa, mientras que nosotros, y un pequeño grupo de nuevos soldados Sheikah, que ya iban con sus trajes, íbamos protegiéndola durante el trayecto al rancho del rio. Habíamos partido ya esa mañana, y ahora que estábamos cerca del rancho, ya estaba anocheciendo; nuestra distancia era tal que incluso ya podíamos ver el rancho a lo lejos.

Lo que más me dolía en ese momento era el no haber podido hablar con mi amada Apaya desde ayer por la tarde; cuando descubrí aquella quemadura en su muñeca. No sabía qué hacer, no quería preguntárselo directamente, tenía miedo de lo que sea que pudiera decirme; no podía borrar de mi cabeza la imagen de su rostro cuando descubrí esa herida, era como si yo se la hubiera hecho. No podía preguntárselo a ella, no podía preguntárselo a nadie; si alguien llegaba a saberlo, la situación podría salirse de control y lo menos que quería era poner a Apaya en una situación peor, pero... ¿acaso había una situación peor?

Miré a mis alrededores, los nuevos reclutas Sheikah estaban listos con sus arcos del vigilante, dos montando a caballo y uno sobre la carroza junto con Gostin, el cual arreaba a los caballos; el resto de la caravana estaba igual de preparada por si llegaba alguna amenaza. Pensé en los demás, ¿ellos estarán pasado por cosas similares? ¿Estarían teniendo problemas también en toda esta misión? No lo sabía y con mis preocupaciones, menos tenía ganas de preguntarles.

Volví a mirar a la carroza, aun me carcomía la cabeza lo que sea que haya pasado los días que no estuve con Apaya. Me preocupaba mucho, y lo menos en lo que quería pensar era que fuese Zelda la que le hubiese hecho esa quemadura a Apaya, era lo último que quería, aprecio mucho a ambas como para que sea el caso; pero, aun así, la idea tampoco se iba.

Llegamos al rancho del rio; tan pronto como llegamos, dejamos los caballos junto al establo, mientras que la carroza siguió andando hasta estar un poco alejada de los caballos. Todos ya habíamos bajado de los ellos y nos mantuvimos esperando ordenes, mientras Dorio fue a pedir el alojamiento en el rancho.

De la carroza solo salieron dos personas, Gostin y extrañamente Karud, con su cinta rosa y todo. Ambos se nos acercaron, pero solo Gostin habló.

—Las ordenes por ahora son solo descansar y aguardar mañana al alba.— dijo seriamente.

Mientras él hablaba, Karud se fue a sentar sobre uno de los troncos junto a la fogata del rancho, seguido por Dorio, el cual terminó los alojamientos.

—¿No crees que es muy temprano como para ya detenernos?— preguntó Dorio.

—Ya es de noche, Dorio.— dijo él, sencillamente.

—Sí, pero apenas anocheció. Podríamos perfectamente haber llegado al rancho del pantano de haber mantenido el paso.

—Quizá, pero lo consulté con la princesa y lo mejor es que tengamos fuerzas para mañana.— dijo mientras se quitaba su mochila y la llevaba en mano hasta el rancho.

Luego de decir todo ello, Gostin se adentró en el rancho junto con Lora y luego seguido por Dorio, presumiblemente para dormir.

—¿Tú no vienes, Wakat?— preguntó Dorio al ver que se sentaba junto a nosotros.

—No, debo mantenerme en vela para proteger a la señora Impa y a la princesa.— dijo mientras señalaba a su espada del vigilante.

—Bien, ¿y tú, Link?

Nuevos Recuerdos [#1] - Link x Apaya - TLOZ Breath Of The Wild +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora