capítulo 1

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En el palacio de verano de los reyes ingleses nacía la última hija de los reyes, la reina miró a su pequeña bebé de piel pálida con orgullo.

El rey no cabía de tanta felicidad, a el jamás le importó tener hijas mujeres, el amo a cada una, la reina también, pero en el fondo también deseaba dar a luz a un niño, pero eso no le impedía ser feliz.

No hasta que la pequeña niña que fue nombrada Roxelana abrió sus ojos, su madre horrorizada se la paso a la dama de  compañía quién con miedo la dejo en su cuna.

Para los ingleses tener ojos de color no era extraño, pero tenerlos de dos colores diferente era una maldición, eso indicaba que iban a pasar años malos, que las catástrofes venían junto a ellos.

Por eso aquélla família que tuviera hijos con ojos de dos tonos eran enviados lejos o mandados a matar, una decisión cruel que se le ocurrió a Andres octavo, bisabuelo de el rey Richard.

Éste al ver el horror en los ojos de su esposa mando a encerrar a su hija en la última torre del palacio, solo el y sus criadas tenían acceso a la pequeña.

Éste por años fue en secreto a ver a su pequeña de ojos bicolor, su esposa se había negado de ella y sus hermanas la creyeron muerta hasta que Richard cansado de la actitud de su esposa confesó la existencia de Roxelana, pero a ninguna de sus hermanas le importó a excepción de Astrid, la segunda hija de los reyes.



—Mi pequeña de ojos bicolor —susurró Richard acariciando la mejilla de su pequeña hija de cinco años, para la pequeña sólo su niñera y su padre eran las únicas personas que existían.

Ella anhelaba poder jugar en el hermoso jardín, deseaba recibir más sol o siquiera tocar una rosa.

La pequeña Roxelana vivió por años en el palacio de verano de la família real, hasta que un sirviente reveló su existencia y todos los nobles exigieron que ella regresará a donde pertenecía a casa.

Pero ante la negativa de su madre, fue llevada hasta el palacio y encerrada de nuevo en una torre, ahí casi diario el rey Richard iba a visitarla, le leía cada que podía y le llevaba rosas rojas, las preferidas de su esposa.



La pequeña crecía poco a poco, sin el amor de madre y sin conocer más haya de su padre y la criada que día tras día le enseñaba algo nuevo.

Con cinco años deseó ser libre, deseó ver más haya de esa torre en la que se mantenía encerrada.



Ella quería ser libre, pero era una rosa olvidada que estaba encerrada por nacer diferente.

La Última Rosa©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora