capítulo 2

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La pequeña Astrid corría por el palacio en busca de su padre, había escapado de su institutriz y era perseguida por sus damas de compañía, al llegar a la sala de juntas del rey entro sin pensarlo, su padre estaba en su silla leyendo y apartó la vista al escuchar los jadeos de su pequeña.

—Padre—hizo una pequeña y torpe reverencia.

—¿No estabas en tus clases querida?—la cargo y sentó en su regazo.

—Quiero conocerla —dijo la pequeña—debe de sentirse sola, no es justo que le hagan eso —hizo un pequeño puchero y el corazón del rey se  encogió—Por favor, no le diré nada a mi madre.

—Está bien, pero nadie, ni tus hermanas deben de saber esto—alzó su dedo meñique y la pequeña lo junto al de el.

Richard la tomo en brazos y camino a paso rápido pero sigiloso por el palacio, la pequeña iba emocionada tanto que no paro de hablar en todo el camino.

Al llegar una puerta negra se hizo presente, de fondo se escuchaba una tierna voz que recitaba algo en francés, la pequeña Astrid emocionada alentó a su padre a abrir la puerta y cuándo lo hizo la niñera de Roxelana y está misma hicieron reverencia, Roxelana al ver a la acompañante de su padre se escondió detrás de su nana con miedo.

—No tengas miedo pequeña rosa—se hinco atrayendola a el—ella es tu hermana mayor Astrid—la pequeña Astrid sonrió anonadada, sus ojos eran lo más hermoso que  había visto.

—Hola—sonrió tímida Roxelana y Astrid la abrazó sorprendiendo a su padre y a la pequeña Roxelana.



Ambas pequeñas pasaron su día jugando y riendo, a Richard le dolió ver cuán sola estaba su pequeña, las decisiones que tomará respecto a ella  eran difíciles, pero eran lo mejor para todos.





Semanas después Astrid llego de la misma forma que la primera vez, deseaba ver a su hermana.

—¿Puede salir al jardín a jugar?

—He tomado una decisión mi pequeña y no te gustará—dijo el agachandose a su altura.

—¿Cuál?

—Se irá de aquí, no te preocupes, podremos ir a verla, pero estar encerrada aquí le hará mal—Astrid asintió comprendiendo todo, debía dejarla ir para que fuera feliz.





Astrid y Richard despedían a la pequeña Roxelana, los tres estaban en una salida secreta del palacio, su nana Olivia estaba con ella, ella se la llevaría a un lugar lejos de todos, dónde crecería sin problemas y sería feliz mientras pudiera.





Astrid iba tapada por un velo, pero desde el carruaje podía ver el pasto, las flores y el sol que tanto anhelaba, miró a su nana quién le sonrió de forma maternal.

—Tengo una pequeña hija, le agradara—la pequeña asintió, sentía miedo, su padre le había explicado el por que de su encierro, para tener sólo cinco años comprendía muy bien todo.

Todos creían que sus ojos eran una maldición, por tal razón su madre no la vio más luego de que nació.


La Última Rosa©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora