11. Invitado

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Nathan.

Suelo ser muy permisible con muchas cosas, suelo ser amable y bien portado; esto significa no tener ningún conflicto con nadie, ni conflictuarles la vida tampoco. Mi madre dice que soy un ser de paz, que por esa razón de que nací en primavera, en el día más soleado de la temporada y no supe lo que los problemas eran hasta que llegué a la Preparatoria.
Fue entonces que la versión que más me gustaba de mí y de todos se vio corrompida por un montón de dudas. Al principio fue todo un poco más amistoso, yo no era muy feo y me juntaba con mis viejos amigos de la Secundaria, entre ellos Derek, quién siempre le tuve admiración y respeto. A él siempre le gustaba meterme en sus fechorías y yo estaba dispuesto a seguirle hasta el final del mundo. Recuerdo esos buenos días cuando estaba Randy, Derek y yo juntos en un mismo salón de clases. Nos sentíamos los reyes de la escuela y quizá sí lo éramos, hasta que comenzamos a crecer y se empezaron a acomodar ciertas cosas. Una de éstas fue el sentimiento extraño que tenía con Randy, parecía que él y yo nos volvíamos más cercanos que con Derek, debido a que en ese tiempo Derek salía con una chica llamada Andrea y no nos hacía caso.
Fue una vez que Randy me invitó a su casa para terminar un trabajo para la clase de español, teníamos los uniformes de la escuela recuerdo y nos ensuciamos los chalecos verdes por lo que tuvimos que lavarlos antes de que nuestras madres se dieran cuenta. Fue cuando nos dispusimos a quitarnos la ropa en su cuarto de lavabo, después Randy sugirió quitarnos todo de una vez y que me prestaría unas ropas.
Dos chicos que apenas estaban cruzando la pubertad en ropa interior, con hormonas y cambios que desconocían de sus cuerpos, en un dormitorio mientras buscábamos algo que nos quedara.

— Ten – me dio un short negro que sacó de su closet – Espera.

— ¿Qué? – lo sostuvo dudando y lo acercó a su nariz.

— No sé si huela a limpio – lo olfateó un tanto y luego lo puso en mi nariz – ¿Lo hueles?

— Yo... -me acerqué por reflejo, y olía pues a él. Una combinación de perfume y a su sudor grasoso – Huele mucho a ti – lo acercó más a mi nariz para asegurarse, pasaron unos segundos pero parecía que fue una eternidad suspirando su aroma tan característico. Les diré que Randy no era muy atractivo, era delgado, moreno y con orejas muy enormes. Pero siempre olía a chocolate amargo y desodorante.

— ¿Qué tal huele?

— Delicioso – le dije sin pensar – Digo, huele bien.

— ¿Qué dices, amigo? – se quedó sonriendo tontamente – ¿Acaso dices que huelo rico?

— No, yo...bueno sí, pero así y eso... - tartamudeé y él lo aprovechó.

— Ah, significa que te gusto...eh – me empujó intentando ponerme su ropa – ¿O sólo te gusta mi olor? – se pegó mucho hacia mí, ni recordaba que sólo estábamos en ropa interior los dos. Traté de alejarlo pero seguía insistiendo en acercarme, lanzándome besitos y escuchando muak, muak en mis mejillas.

— Ya, alto, para – quería detenerlo, pero eso lo alentaba más - ¡Ya basta!

— ¿O qué? – me paré en seco y en vez de empujarlo para atrás, lo acerqué y lo besé profundamente. Fue un beso ligero, duró como 3 segundos y nos apartamos al mismo tiempo.

— ...

— ...

— Yo...- nos quedamos en un silencio profundo, no queríamos ni hablar. Pero de pronto él se volvió a acercar y me plantó otro beso. Esta vez duró un poco más. – Será mejor cambiarnos – lo aparté y ésta vez lo aceptó.

¡PATÁN! [BL] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora