2. ¿No quieres un 10?

2.4K 88 19
                                    


Sr. Landon

— ¿Estás seguro que quieres continuar con esto? – pregunté con curiosidad.

— Sí, profesor – respondió tiernamente. Tomó el botón de mi pantalón y bajó el cierre.

— Había deseado con este momento toda mi vida – y era cierto. Desde que vi a Isaak Rossitier me hizo recordar una vida pasada que yo tenía.

— Yo igual, querido profesor – le ayudé a bajar mi pantalón hasta mis rodillas, traía una trusa negra y una carpa gracias a él. Verlo ahí, tan obediente, me hacía querer explotar sin medir las consecuencias.

— Tiene muchos vellitos – acarició con su mano mi muslos peludos y me prendió más. Quería hacerle el amor o incluso algo más sucio, quería romper todas las reglas con él, hacerlo mío. Verlo ahí arrodillado me hacía retorcerme de placer.

— Bésalos – le pedí enojado, pero por dentro me sentía vulnerable. Acercó su nariz y les dio tiernos besos a mis dos piernas velludas – Sube hasta aquí – señalé mi erección, que ya tenía una mancha de humedad, él me hizo caso. Besó hasta llegar a la tela de mi calzón y subió lentamente hasta mi falo erecto. Cuando llegó besó la mancha húmeda y no pude evitar gemir frunciendo los labios.

— Me gusta darle besitos – dijo, mientras se escuchaba el sonido de sus labios contra mí.

— ¿Sí? Me gusta que le des muchos besitos, pero ahora le tienes que besar muy bien – me bajé la trusa y salió disparada hacia su cara toda mi hombría.

— Es enorme – suspiró, aunque no lo era mucho realmente, quizá para sus ojitos inocentes sí lo era - ¿Puedo tomarla? – asentí con ganas. La tomó entre sus manos y sintió el calor causado por él. Quería hacérselo ya.

— Pero recuerda, esto debe ser un secreto solamente entre los dos – comencé a decirle que Shh, con mi verga en sus labios, pegándole ligeramente, como si fuera su dedo índice.

— Sí, profesor – susurró y para mí fue suficiente.

— Abre la boquita, sumiso – sus labios se desprendieron abriendo así su boca linda y suave, fue una sensación inigualable, era cálido y húmedo pero con cierta especialidad, no sé qué estaba pasando. Me sentía poseído por mis propios instintos y no razonaba bien lo sucedido. ¿Acaso estoy abusando de mi poder?

— ¿Le gusta, profesor? – pronunció mi nombre con sus labios carnosos y volvió a su deber. Quizá era un pecado lo que hacía pero se sentía tan bien, tan delicioso y aventurero. Hace tiempo que no me sentía así, desde que mi antigua novia me engañó con otro, no pude siquiera coincidir en el placer. Y luego, intenté con chicos, pero tampoco me llenaba.

— Me encanta, mi niño hermoso – no pude evitarlo, salió de mi ser, le tenía una importancia tremenda. Acosté mi mano en su nuca y lo empujé con ganas, sólo se escuchaba su saliva y su lengua moverse salvajemente en mi ingle. Luego hizo esa cosa su lengua, enrollarla y luego dar unos giros. Torcí mis ojos y los cerré con fuerzas, ese chicuelo me volvía loco.

— Ya me cansé, profesor – lo dijo sollozando. Esos ojos grises me encantaba y me pedía a gritos que lo hiciera mío. Tenía a ese niño para mí solo y no parecía que le desagradara la idea.

— Sigue... ¿No quieres un 10 en tu examen? – bufé y lo golpeé en la cara con mi falo, él gimió y se lo volvió a meter a su boca. Con su mano empezó a jugar con mis testículos y masajear mis piernas, entreteniéndose con los vellitos pero concentrado en darme placer - ¿No quiere un 10? – le repetí, él asentía y se escuchaba un intento de sí.

— Sí...sí – trataba de contestar con la boca llena. Respiró fuertemente y comenzó a sollozar cuando intentaba metérselo todo. No pude evitarlo, tomé con ambas manos su cabeza y comencé a sacarlo y meterlo una y otra vez. Era todo un morbo.

— ¡Aquí va el 10...aquí viene! – y exploté en sus labios, unos 4 o 5 chorros grandes – Bébetelo todo.

— Sabe agrío – dijo él.

— ¡Comételos! – le ordené y limpió mi erección hasta beberse la última gota – Buen chico.

— Gracias, profesor – se levantó, todavía seguía semi desnudo.

— Vístete – tomó su pantalón y su camisa, lentamente se vistió y yo me subí el pantalón después de limpiar los restos de su saliva con un clínex de mi portafolio. Me pare frente a él y lo besé fuertemente – Necesitaba esto. Te mereces un 10 de calificación y mucho más...

— ¿En serio?

— Claro que sí, pero tienes que seguir viniendo a tutorías personales, eh – lo besé fuertemente y le di una nalgadita suave. Se sonrojó.

— Como ordene, profesor – volvió a ser el mismo niño lindo. Tomó su mochila y abrió la puerta. Al otro lado estaba otro de mis alumnos con cara seria. ¿Acaso habrá visto algo?

— Em... te decía Isaak, debes de venir para tutorías. No seas tan irresponsable – fingí un poco. Por suerte, Isaak me siguió la corriente.

— Claro que sí, profesor – respondió educado.

— ¿Se le ofrece algo estudiante Martins? – él clavó su mirada a todo mi ser, ese chico siempre quería retarme a cualquier cosa. ¿Lo intuirá?

— Por ahora no, profesor. Es que olvidé algo en el salón y no quise interrumpir – se metió pasando de mí y de Isaak. En una de las bancas de hasta atrás había un estuche tirado.

— Oh, ni siquiera lo noté – me excusé.

— No se preocupe, a puesto que estaba muy ocupado y con los ojos bien cerrados – sonrió tontamente – Digo, por darle clase al más soso y aburrido de la clase – dirigió sus ojos a Isaak y luego guiñó su ojo.

— ¡No soy soso! – exclamó Isaak enojado.

— Cállate – él le ordenó e Isaak le sacó la lengua.

— Bien chicos, es hora de retirarse o su familia estará muy preocupado. Los veo el próximo lunes, lindo fin de semana.

— Sí, profesor – sonrió Isaak y mordió sus labios suavemente – Igualmente.

— Como sea – contestó el estudiante Martins.

Ambos se retiraron de mi vista, uno detrás del otro sin problema. Había una serie de sentimientos encontrados, ¿Qué carajos había hecho? Abusé de un estudiante y eso es tan poco profesional e inmoral. Perdería mi trabajo y todo por haber sentido sus labios. Sí, no debía preocuparme es cosa de una sola vez. Una vez fue suficiente, ¿no? Pero es que ver sus hermosos ojos, su cabello casi rubio, sus mejillas rojas y su incesante gemido, eran suficiente recordarlo para que volviera a tener una erección. ¿Qué carajos me pasa? No debía preocuparme, todas las persianas estaban cerradas y la puerta igual.
O eso creí, al darme cuenta de la pequeña ranura de la persiana horizontal que podía alcanzar a verse todo desde ahí hasta el escritorio. Sentí una punzada de terror, por la pequeña probabilidad de que Martins haya visto algo... ¡Mierda!
Vi el examen de Isaak y cambié su calificación a 10. Y todo esto por un mugre 10. 

¡PATÁN! [BL] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora