28. Nueva era

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Isaak

Desde que era muy pequeño he tenido una gran expectativa sobre el amor. Culparé a mi padre por ello. A él le fascinaban las películas románticas que siempre eran: chico conoce chica, se enamoran, pasan por desastres y conflicto, se separan, se rejuntan, se vuelve todo complicado y finalmente el amor permanece cuando la chica lo escoge a él. En ese tiempo yo no entendía, ¿por qué el cariño de alguien se ve motivado por el eterno conflicto? Bueno, no lo capté hasta que me pasó.
Conocí a Derek cuando entré en la preparatoria, en las inscripciones acompañado de mi primo Paul quien iba en segundo año. En un momento de desconcierto me dejó solo y fue cuando vi a Derek. Recuerdo muy bien sus ojos oscuros que veían fijamente la nada, mientras recordaba si traía todos los papeles para la inscripción y recordando de inmediato lo más importante: la pluma. Se acercó con su sonrisa indulgente y algo engreída, me acentuó la mirada haciendo una seña con la mano frente a mi rostro y me preguntó si podía usar mi pluma. Respondí: "Claro", pero en mi mente yo quería decir: "Toma todo lo que tengo, por favor". La tomó de mi mano y sentí el tacto fino de su piel contra la mía, fue esplendoroso y glorioso, nos sonreímos vagamente y sus hoyuelos hicieron presencia.
Derek en esos momentos se veía más delgado, pero siempre ha tenido una espalda ancha. Tenía flequillo, usaba bermudas de mezclilla y tenía cero tatuajes en el cuerpo. Tenía mi edad, 14 años y aparentaba más, pero no tanto como lo hace ahora que parece casi de 20, como sus hermanos. Ese chico que incluso en ese momento no estaba fortachón, ni era el egocéntrico fálico narcisista chantajista que había sido los últimos meses, pero que sabía  jamás se fijaría en mí.
Estaba muy equivocado.

Estando en mi último año con todo lo que ha pasado, sin dejar las cosas horribles que sigo arrastrando: el haber acosado a mi profesor, el haber sido grabado por Derek, ser chantajeado, el departamento de mi tío incendiado, vivir con el imbécil de mi clase, soportar fallas románticas, romper corazones inocentes, romper corazones en general, intentar solucionar mis problemas, conocer a ese chico que me chantajea, quererlo, apreciarlo, entenderlo un poco más, enamorarlo, luego dejarlo, para después darme cuenta que debía regresar con él. Sí, estoy en una maldita película romántica. Estaba dispuesto a todo y en disposición de dejarme llevar.
Y hoy era la prueba máxima.
Estacionó su coche frente a la escuela, estábamos a una cuadra, máximo, y esperábamos impacientes. Ninguno de los dos estaba preparado, pero él insistió todo el fin de semana en hacerlo. Estaba temblando. Puse mi mano encima de la suya, mientras seguía apretando la palanca de cambios en forma de bola de billar.

— No tenemos que hacerlo sino quieres – contesté, intentando aliviar su pesar.

— Toda la escuela lo sabe de todas maneras.

— No creo que toda la escuela – respondí – no creo que a los conserjes o a los directivos les importe. Tal vez sí a la señora de la cafetería, o esa secretaria con el lunar, son bastante chismosas.

— No tiene caso ocultarlo en la escuela – suspiró – probablemente ya lo saben y si no, lo descubrirán cuando no te vean con Lean.

— Tienes un buen punto.

— Por cierto, ¿cómo se lo tomó? – preguntó con genuina preocupación.

— ¿Cómo te lo tomarías tú?

— Ahora tú tienes un buen punto – nos sonreímos vivaces. Sonrió, una sonrisa nerviosa, pero con cierta calma de tranquilidad, porque reflejaba los hoyuelos de su rostro. ¿Quién diría que hace unas horas estábamos besándonos tan fuerte que casi me arranca el labio? Estoy seguro que ni Nostradamus lo hubiese podido profetizar.

— ¿Bajamos? – pregunté – ¿Estás listo?

— No, pero si esperamos a estarlo jamás bajaremos de este coche.

¡PATÁN! [BL] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora