4. No ahora, por favor

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Sr. Landon

Cuando me casé jamás me imaginé que sería con mi novio de la universidad, aquel chico que experimentaba conmigo su sexualidad hasta que se dio cuenta que esto era lo suyo. Le encantaba que nos viéramos escondidas en la biblioteca, en los baños del último edificio y una vez en el estacionamiento de la facultad.
Me gustaba mucho como el que antes era el más mujeriego de la carrera, se volvía mi pasiva personal en la habitación donde rentábamos. Recuerdo como empezó tímido a comerme la verga la primera vez, éramos tan jóvenes, pero me daba tanto morbo como se esforzaba por engullirla toda como si fuese un becerrito hambriento. Ese chico que besaba a las chicas fáciles estaba ahora lengüeteando mi falo con todas las ganas, algo ebrio recuerdo que andaba pero no le impidió desmotivarse. Recuerdo haberle hecho lo mismo, nunca había sentido algo tan caliente y delicioso como su sexo subiendo y bajando. Y después, con mucha timidez me pidió que me lo cogiera. Me calentó tanto que sólo me puse el condón, le escupí en sus nalgas y lo abrí como si estuviera poseído. Primero se quejó, luego empezó a tratar de zafarse de mí, después lloró pidiendo clemencia (lo cogí más duro obviamente, sabía que no corría peligro) y al final comenzó a gemir, tan fuerte que tuve que ahogar sus gritos con la almohada. Era tanto placer. Tan jóvenes.
Pero murió.
Es cierto que ese placer muere después de casarse, después de tener tantas responsabilidades y ser independientes. Ya no hay tiempo para nuestra intimidad. O estamos cansados o estamos adoloridos o angustiados, y el trabajo sólo da dinero, no placer.
Por eso no pude evitar sentirme joven de nuevo la primera vez que vi a Isaak Rossitier mirarme en clase, me devoraba con la mirada pero tiernamente, quitaba la mirada cuando yo le respondía y me daba un morbo increíble. Hubo una ocasión que se le rompió su pantalón y se veía su calzón, con sus enormes pompas me hicieron tener una erección instantánea. Lo ayudé a llamar a su tío para que le trajera otros pantalones, mientras yo lo veía cubriéndose avergonzado. Sólo de imaginarme lo que podía hacerle me calentaba tanto, lo suficiente para que ese día llegara a mi casa y le diera el mejor acostón en años a mi esposo.
Me calenté tanto cuando me imaginé la carita de Isaak en la de mi esposo y cuando terminé en su boca me sentí culpable. Era un monstruo.
Pero ahora que por fin había pasado, me sentí joven y esplendoroso. Sería un secreto culposo y placentero que iba a tener.

En el estacionamiento para ir rumbo a mi casa me encontré con el Sr. Martins recargado en mi auto, creí que se había ido con Isaak. Tenía su mirada en el celular, pero me miró dirigirme hasta él y se detuvo para sonreírme tontamente.

— Profesor, ¿A dónde va?

— A casa, sr. Martins – le respondí – ¿Me puede dar permiso?

— Claro, pero antes quería hablar con usted.

— Si es sobre la tarea, la puede entregar después pero valdrá menos.

— No...no es eso. Quería ver si me podía dar algunos créditos – respondió confiado.

— ¿Y por qué rayos haría eso? – Metí la llave en la ranura y se escuchó un blip.

— Porque tengo pruebas algo fuertes...digamos que un trabajo que realmente merece su atención – me quedé helado sosteniendo la llave. ¿Acaso habrá visto algo?

— ¿Me puede decir de que se trata dicho trabajo?

— Es un vídeo – dijo él. ¡Mierda! ¿Cómo no me di cuenta?

— ¿Sobre qué? – lo miré esta vez y abrí la puerta de atrás.

— Creo que usted sabe bien de qué...- esa estúpida sonrisa idiota la odiaba.

— No...dígamelo – contesté fuerte y directo, metí mi maletín en la parte trasera y cerré la puerta. No ahora por favor, mierda. No arruines mi matrimonio ni mi trabajo...

— Mejor se lo enseño – él puso su celular frente mi rostro y era un vídeo de la ventana mal grabado. Se veía entre la grieta de la cortina, como Isaak desnudo se cambiaba. Al final no se veía ni cara ni nada. Sonreí.

— Espiar a tus compañeros cambiándose no suele ser bueno – contesté disciplinado. Abrí la puerta de mi coche nuevamente y me metí.

— ¿Pero si cogérmelos? Eso sí es bueno – respondió. Yo bajé la ventana del coche.

— No para nada, tampoco chantajear a tus profesores. No tienes pruebas contundentes, pero si te gusta negocias...bien – saqué mi celular y de la guantera una bolsa hermética.

— ¿Qué hace? – le enseñé un vídeo que tomé al ver cómo Derek Martins fumaba marihuana en las instalaciones de la escuela y después escondía la evidencia entre las macetas. Le enseñé la bolsa ziploc con dicha hierba.

— No debería hacer tratos con el diablo, Sr. Martins – respondí – Chantajearme a mí, es lo peor que puede hacer. Digo, su padre rico puede verlo reprobar, no pasar el curso, verlo con miles de chicas pero drogarse...siendo él representante de la campaña política contra las drogas. Arruinaría su carrera, su imagen y su dinero.

— Usted no tiene los huevos.

— Puedes preguntarle a Isaak, le encanta metérselos a la boca – contesté risueño – O eso es lo que me acusa, ¿no es así?

— ¿Cómo puede estar tan tranquilo? Cogerse a ese perdedor, es un marica – maldijo.

— Un marica que puede hacer milagros con su boca, algo que usted no podría hacerle ni a la mujer más orgásmica del mundo. Pero dejemos la altanería, no se meta conmigo, por favor.

— ¿Y qué se siente el culo de uno de sus estudiantes? – preguntó entre duda y enojo.

— Eso no lo sé – puse cara seria, porque era verdad – Pero espero averiguarlo en otra vida.

— Maldito – escupió.

— No se meta conmigo, Sr. Martins, puede que usted sea el patán del salón, pero yo soy el jodido patán de toda la puta escuela – me puse mis lentes oscuros – Lindo fin de semana...estudie un poco y lávese los dientes.

Vi su frustración en su cara, pero luego una sonrisa tonta. ¿Qué tiene en mente el maldito? 

¡PATÁN! [BL] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora