24. Cita

371 22 0
                                    


Sr. Landon

La espera había terminado.
Estaba solo en mi oficina intentando pensar en el siguiente movimiento, pero mis manos no me respondieron y el pánico lentamente se apoderó de mí. ¡A la mierda! Descolgué el teléfono y marqué el maldito número, se escuchó el pitido de la línea en espera, mientras mi boca se resecó de la nada. El nerviosismo exigía una cantidad horrible de sudor y ya me estaba deshidratando por la situación. Pip, pip, sonó en la maldita bocina y de repente un cínico hablar.

— Ya era hora.

— No tengo muchas opciones – fui contundente – pero quiero que elimines toda la evidencia.

— Tú no estás aquí en posición de ordenar, serás uno de mis peones más, ¿aceptas o te pudres?

— Puedo ir a la estación de policía y denunciar todo – dije firme.

— Eso te afectaría más a ti que a mí. No sabes ni siquiera mi nombre, no sabes quién soy...no del todo, no estás seguro, ¿cierto? – respondió – Además yo sé cuidar mis espaldas. Sé que no lo harás...

— ¿Por qué piensas que no?

— Porque eres un hombre casado y no dejaría que tu amado esposo se enterara de tu situación tan enfermiza – explicó – Eres un asco y el castigo seguirá siendo peor. Yo tengo recursos, pero un profesor a tu nivel, ¿qué apoyo tendrá? Te quitarán todo.

— No es verdad.

— ¡Claro que sí! Todo, no volverás a enseñar nunca. ¿No lo entiendes, Sr. Landon? Usted es un enfermo.

— He cambiado.

— ¿Y cree que eso le importa al mundo? Por supuesto que no. Además... usted sabe que eso es mentira.

— Acepto – dije sin más reparo.

— Así me gusta – su risa burlona me hartaba – Su primera tarea será poner en el cuadro de honor a Isaak Rossitier.

— ¿Qué? Pero si prácticamente el chico está ahí.

— Sé que no le costará trabajo, pero tengo una sorpresa para él y usted me ayudará con el plan.

— ¿Qué cosa? No eran aliados ustedes dos... ¿por qué haría eso?

— Isaak es otro peón, uno que tiene un poder incluso mayor que usted. Es una maldita torre, y si juega bien sus cartas puede hacerme jaque mate si lo desea. Necesitará ayuda, pero para ello jugaré otro movimiento...

— ¿Qué planea? – me di la vuelta y me aparté lo más que mude de mi escritorio, estaba anonadado.

— Usted le dirá que el padre de Isaak Rossitier sigue vivo.

— ¡MIERDA! – grité - ¡Por qué carajos le diría a Isaak que su padre está vivo!

— Yo no dije que se lo iba a decir a Isaak – se escuchó una respiración fuerte antes de colgar – Un paso delante de usted. Salúdeme a su sobrina...

— ¡TÍO! – exclamó Ruth desde la puerta de mi oficina y con celular en mano – Tenemos que hablar sobre Isaak. Cuéntamelo todo.

Isaak

Los besos de Lean se me pegaban en la piel.
Se adherían lentamente en mis mejillas, en mis brazos, en mi pecho, en mis piernas y en...otros lados. Sentía ese calor húmedo y una sonrisa de dibujaba en el rostro, acompañado de un suave gemido que él provocaba y hacía enamorarme cada vez más. Aprovechábamos que sus padres no estaban en las tardes después de la escuela, nos quedábamos a solas como por unas 4 horas y nuestra faena de besos había aumentado.
Nos acurrucábamos un rato en el sofá y después de un rato nos abrazábamos en su cama. Nuestros cuerpos tibios entre abrazos y besos conducían a nuestros más primitivos instintos de sacarnos la ropa lentamente hasta quedarnos en ropa interior. Me gustaba presionar sus brazos musculosos, sus pectorales, su vientre y finalmente acariciaba con la yema de mis dedos su bulto que parecía querer salirse de sus boxers. Me prendía sentirlo entre mis caderas, mientras frotábamos nuestros grosores lentamente y mordía sus labios carnosos hasta hacerlo musitar. Adoraba mucho su cuerpo contra el mío, porque se sentía fuerte, brusco y al mismo tiempo, suave y tierno. Él tomaba mis hombros y los masajeaba, me volteaba con fuerza, poniéndome a su merced y yo quería estar a su servicio. Me replegaba lo más fuerte que se podía, me sentía encerrado en una prisión de carne cuando se ponía encima de mí y rosaba su nariz con mi nuca. Lentamente su lengua masajeaba mi oreja y me pedía que gimiera al rosar sus dedos contra mi abdomen.
No era necesario complacerlo de manera oral como con otros chicos, pero quería hacer las cosas bien y no iba a dejarlo penetrarme tan fácil. Para él era suficiente esos momentos de fricción y quería ir despacio con lo nuestro. Adoraba terminar sudado pero no adolorido y era precioso estar abrazado con su bíceps rodeándome todo y la cara metida en su tórax. Él sonreía y todo se sentía tan celestial.
¿Qué más podía pedir?

¡PATÁN! [BL] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora