Capitulo treinta y dos: Voz interna nocturna

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Payton 

La risa de Reece envuelve mis oídos conforme nos sentamos en la arena de la cálida playa. Sus brazos rodean con cierta dulzura mi cintura gentilmente estando yo sentada entre sus piernas. Recargo mi cabeza en su musculoso pecho y observo su hermoso rostro con un par de sombras restando en su cara, cubriendo sus ojos azules. Le dedico una sonrisa.

“Esto es increíble Reece” le menciono aún sonriendo, analizando el agua salada cristalina.

“Tú eres increíble” me dice apretando más mi cintura, uniéndome cada vez más a él.

“Eres tan dulce” le digo mientras busco y sujeto una de sus manos sobre mi cadera e entrelazo mis dedos con los suyos, jugando deliberadamente con ellos.

“No me gustaría tener a otra persona alrededor de mis brazos” Reece me dice cariñosamente, enseguida besando la parte superior de mi cabeza.

Giro mi cabeza para ver a través del oscuro cristal de sus lentes de sol, sus ojos y acercar mis labios a los suyos. Sus labios son amables y sorprendentes conforme se mueven con los míos. Todo esto fue como lanzar fuegos artificiales iluminando mi cielo oculto y oscuro. Lento, pero al mismo tiempo rápido. Nuestros labios, dos piezas de rompecabezas que se adhieren perfectamente, una sonrisa traviesa se me escapa en ese momento inimaginable. Nos separamos y recargo ahora mi frente en el lado derecho de su rostro.

“Payton” comienza a decir lentamente. “Te am -”

“¡Payton! ¡Payton! ¡Despierta, Pay!” una voz alarmada me grita sacudiéndome, provocando que mi maravilloso sueño se desvaneciera, el primer buen sueño que tengo desde que era pequeña.

Obligo abrir los parpados de mis ojos solo para ver borrosamente la cara alegre de mi madre. ¡Así que ella arruino mi sueño!  Pues vaya, no gracias… espero que sea algo importante. Al ver claramente su rostro iluminado vuelvo a cerrar mis ojos esperando que el sueño regrese a mi mente. La suerte al parecer no estaba de mi lado, vuelvo a sentir un gran terremoto corporal, demonios ¿Por qué no se rinde?

“¡Payton despierta ya! Es hora de pasar el día juntas” me dice aun con mi cuerpo vibrante, me estiro emitiendo un gruñido. ¿Es acaso, mucho pedir volver a dormir y perderme en mis ilusiones?

“¡Payton! Si no te levantas en este instante iré por una cubeta llena de agua helada y sabes bien que te la echare toda encima de ti” me amenaza ahora mi madre, acerco mi cobija cubriéndome hasta la cara.

“No te atreves” le murmuro intentando dormir.

“Oh pero lo hare” me dice, siento como la cama se mueve y ella se aleja. ¡Espera! ¿Se marcha? ¡Oh no! Mis ojos se abren de golpe y me siento completamente derecha.

“¡Ya me levante!” le grito y observo como ella detrás de la puerta de mi habitación se ríe.

“Bien, ahora hay que bajar. Ya está listo el desayuno” me dice rápidamente y abandona el lugar. ¿Me hizo desayuno? ¿De dónde saco comida?

Arrojo al frio suelo la cobija que antes me curia el rostro y me levanto tan rápido que provoco un mareo temporal. Lentamente al acercarme a mi mueble elijo y agarro un par de shorts y me los pongo quedando debajo de mi larga camiseta.

Bostezando salgo de mi cuarto dirigiéndome hacia la cocina, un potente olor a tocino entra por mi nariz.

“Mamá ¿Cómo conseguiste la comida?” le pregunto mientras ella toma asiento en la péquela mesa. Yo camino alrededor y me siento junto a ella sujetando mi propio plato.

“De la tienda por supuesto” me dice riendo entre dientes. Y le volteo mis ojos; ella sabe que a eso no me refería.

“Me refiero ¿De dónde conseguiste el dinero?” al terminar de preguntarle  le doy una mordida a mi tocino.

El amor es ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora