Capitulo treinta y cuatro: Cita parte uno

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Payton

Situando mi mochila en el desordenado suelo de mi cuarto, camino ansiosa y feliz hacia mi armario para buscar un buen conjunto que pueda usar en mi cita. Hoy después de la escuela, fui directamente al hospital para platicar una hora con la señora Rose y para ver a mi hermana. Al terminar me apresure a llegar a casa para arreglarme.

Busco algo decente en mi desarreglado armario. Nota para mí: ¡Limpia el cuarto! ¡Esto es tan difícil! No tengo nada que pueda usar. Supongo que realmente no importa, solo quiero lucir algo agradable para sentirme mejor. Libero un suspiro cuando sujeto un par de jeans y la blusa más linda que tengo, la cual tiene encaje y deja mostrar ambos hombros, creo que va de acuerdo a la situación, nunca tuve oportunidad de estrenarla. Sostengo en mi mano ambas prendas dirigiéndome ahora hacia mi buro en donde pesco mi mejor ropa interior esperando que me brinde algo de seguridad.

Ahora sujeto todo el conjunto con mis manos temblorosas conforme mis nervios empiezan a expandirse. Camino y entro hacia el baño, dejo la ropa encima de la mesita redonda enseguida me desvisto para intentar encender el agua caliente. Las palmas de mis manos ya comenzaron a sudar demasiado, mi nerviosismo se altera más. Al pisar el interior pretendo que el agua que explora todo mi cuerpo calme estas alarmantes inquietudes y despejar mi mente de todos los posibles que pasaría si que flotan en mis pensamientos.

La verdad sigo temblando, tendré que lidiar con ello. Estoy tan emocionada de la cita que no me importa en donde sea o que hagamos. Podríamos sentarnos en una banca y aun así lo único que importa es estar con él. Al estar completamente limpia apago el agua y salgo de la bañera envolviéndome con una larga toalla. Uso la otra toalla para extraer todas las gotas de agua que yacen en mis oscuros rizos, después la vuelvo a colocar como la encontré. Mis rizos empiezan a perder forma, cayendo lentamente hacia mis hombros, ahora parece más un cabello ondulado. No se ve mal de hecho se me hace algo lindo. Con la toalla que me rodea me doy mi tiempo para secarme y posteriormente ponerme mi ropa interior.

Me apresuro a lavarme los dientes y en ponerme mis jeans, siempre tengo conflicto con estos pantalones, al terminar me coloco mi blusa encima de mi brasier blanco. Sonrió ampliamente al analizarme en el espejo, vaya que estoy impresionada.  Nunca fui capaz de hacerme lucir tan bien, al menos por mi propia cuenta. Al ordenar y limpiar todo abro la puerta del baño para dirigirme hacia mi cuarto. Me siento encima de mi pequeña cama y sujeto un par de calcetines que van con unos cómodos zapatos.

Knock, knock.

Escucho desde la puerta principal, rápidamente tomo mi bolso y celular, me apresuro en salir de mi habitación, apagando el interruptor de luz con mis manos temblando. Corro hacia la puerta sin saber con quién me voy a encontrar y aún con mis agitadas y sudorosas manos, giro la circular manilla revelando a la misteriosa persona que es Conner parado con simpleza enfrente de mí, sus manos en ambos bolsillos de su pantalón.  También lleva puesto uno de esas gorras que usan los conductores de camiones de color negra, una sonrisa traviesa se me escapa.

“Hola Conner” le digo al salir de mi casa y cerrando detrás de mí la puerta con llave. Mi madre está trabajando y sabe a dónde voy por lo que no me tendré que preocupar por eso.

“Hola señorita Jennings, su carruaje la espera” Conner dice imitando una voz con acento británico extraño, extiende su mano para que yo la sujete e ingrese al auto deportivo de Reece.

“Vaya, gracias caballero. Me gustaría mencionarle que usted es algo raro” le contesto al sentarme en el asiento de copiloto.

“¿Yo? ¿Extraño madame? Me ofende saber que esas palabras salieron de su agraciada boca”  dice bromeando y al mismo tiempo cambiando de acentos.

El amor es ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora