«Capitulo 7» +18

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—¿Steve?—Intentó disuadirlo.

     Él la recostó con cuidado sobre la cama, como si fuese una muñeca de cristal a punto de romperse. Se abrió espacio entre sus piernas con una de sus rodillas para posicionarse sobre ella.

—¿Me dejarás encargarme de esto?—preguntó con voz grave.

     Lo vió a los ojos y solo asintió mientras mordía su labio para mantenerse callada.

     ¡Maldita sea, si! Natasha no supo si eso lo pensó o lo gritó. Pero al diablo el pudor, se estaba quemando por dentro y definitivamente lo dejaría que hiciera con ella lo que quisiera, estaba más que lista para ello.

     Se preguntaba si Steve Rogers tenía alguna experiencia... y el hecho de imaginar que seguía siendo virgen y que se estaba entregando a ella, la calentó aún más.

     Lo dejó que invadiera su boca, que metiera su mano por debajo del albornoz pasando por su muslo hasta llegar a su glúteo, el cual tomó bruscamente con un gruñido.

     Ella estaba viendo estrellas y aún no consumaban nada... se le aguó la boca de solo imaginarse todas las posibilidades. Dios estaba de su lado, ahora lo sabía.

     A tientas, busco el control sobre la cama y cuando lo encontró subió el volumen de la tv un poco más para disimular sus gemidos. Luego lo arrojó al suelo.

     Se levantó un poco, para empujar a Steve contra la cama y subirse sobre sus caderas. Claro que quería ser atendida por él, pero antes tomaría el control para saciar sus más bajos instintos y de paso enseñarle lo que era el placer en toda la extensión de la palabra.

     Se removió para sentir la dureza del rubio contra ella, que jadeó bajo su cuerpo. Le sonrió y se agachó hasta quedar a la altura del inicio de su camiseta blanca. La subió de a poco mientras dejaba besos húmedos y pasaba la lengua por cada línea de su marcado abdomen hasta llegar a su pecho y terminar de deshacerse de la molesta prenda. 

     Se detuvo en su cuello un rato, para luego subir hasta su oído y susurrarle.

—Relájate y disfruta, Capitán.

     Se movió de su cómodo lugar, para posicionarse en rodillas a un lado de él. Tomó la pretina del pantalón de pijama y de su ropa interior y se deshizo de ambas prendas de una sola vez, dejando atónito al soldado.

     Natasha estaba muy sorprendida de ver al pequeño, para nada pequeño Steve, erguirse ante sus ojos. Súbitamente sintió su excitación subir al grado de ebullición, la espera lo haría todo más interesante.

     Su primer instinto fue recorrerlo con ambas de sus manos, para conocerlo y abarcar lo más posible de su longitud. Steve se levantó un poco con ayuda de sus antebrazos sobre el colchón y la vió jugando con su eje. Echó su cabeza hacia atrás al sentir las manos femeninas subir, bajar y recorrerlo buscando sus puntos de placer.

—Steve... quiero que veas— le pidió casi en un ronroneo Nat.

     Cuando volvió la vista a la pelirroja, está se encontraba en medio de sus piernas, inclinada lo suficientemente cerca de su miembro y al notar su atención, esta pasó su lengua desde la base hasta la punta lentamente, hasta meterlo en su boca lo más que pudo, haciéndolo estremecerse y gruñir su nombre entre dientes.

     Lo estimuló con sus labios y boca, mientras con su lengua lo acariciaba. El pasó una de sus manos por la cabellera pelirroja, apartándola de su cara para ver mejor el espectáculo.

—Nat...—lo escuchó gemir al borde del éxtasis, pero no se detuvo por un largo rato hasta llevarlo a la locura y vaciarse en su boca.

     Natasha le sonrió al rubio, que se recuperaba, pero en ningún momento dejó la conexión visual. Soltó un gritito de sorpresa al sentir como la sostenía entre sus brazos y la depositaba al centro de la cama.

—Tu aroma es delicioso— le dijo al oído, para después perderse en su cuello y el inicio de sus senos, los cuales palpó sobre la tela.

     Bajó los tirantes y estiró el pequeño albornoz por sus bordes inferiores, bajándolo lentamente para descubrir el par de pechos más bonitos que había visto antes. Había fantaseado infinidad de veces con tocarlos al verlos bajo la ropa de diario de Nat, con su traje negro ajustado, en vestidos... en cualquier forma eran de lo más erótico que pudiera pensar. Luego estaba su estrecha cintura, las caderas entre las que quería enredarse y perderse una y otra vez... esa mujer lo volvía completamente loco.

     Cuando la pijama de Nat no presentó un obstáculo, se inclinó sobre ella para deslizarse desde su clavícula hasta hundirse en su escote y llegar a uno de sus pezones, que ya estaba expectante a sus caricias. Pasó su lengua con cuidado, viendo la reacción de Natasha, que se arqueaba con ese simple roce.

     Se retiró un poco para verla y guardar la imagen en su mente, su cabello regado sobre la almohada, sus mejillas sonrosadas por la excitación, sus labios hinchados sonriéndole con deseo... no podía pedir más.

—¿Te gusta lo que ves?—le preguntó con una sonrisa coqueta.

—Podría verte así, toda la noche, todos los días...— volvió su boca a sus pechos, dándole el mismo cuidado a ambos. Deleitándose con los gemidos ahogados y jadeos de Nat. Ella era el cielo en la tierra.

     Entonces centro su atención en la última prenda que cubría el paraíso entre las piernas de Natasha... era pequeña, no dejaba nada a la imaginación y aunque estuvo a punto de quitársela, la dejó en su lugar y solo la movió un poco para adentrar uno de sus dedos entre sus pliegues y explorar lo desconocido.

—Steve...—la escuchó gemir su nombre y automáticamente se sintió endurecer contra su muslo.

     Toco el botón rosado al inicio de su sexo y al ver la reacción de la pelirroja, supo que debía centrar su atención ahí, por lo que bajo hasta rozarla tímidamente con su lengua. Viajó por sus pliegues, haciéndola estremecerse... introdujo un dedo en su centro, para luego unir otro más y empezar el vaivén, que complementó con sus besos y lametones. Quizá no era la primera vez que tenía una mujer desnuda ante él para amarla y acariciarla, aunque dudó de su capacidad para hacerla vibrar, Natasha le enseñaba con sus reacciones que lugar tocar y cómo le gustaba que lo hiciera.

     Nat pasó una de sus manos por el cabello del rubio; estaba enloqueciendo bajo las caricias de Steve. Él apuró los movimientos de sus dedos y boca al sentirla contraerse y se detuvo hasta que la escuchó gritar perdida en las sensaciones, para luego quedarse muy quieta.

     Se reincorporó para tomar los lados de la ropa interior de Natasha y deslizarla por sus suaves piernas, las cuales acomodó a sus costados y se posicionó en la entrada de la pelirroja. La tentó un rato, solo rozando sus sexos mientras devoraba sus labios.

—Esto es lo único que podía pensar al verte por todo el complejo con ropa tan sugerente— Gimió en su oído al introducirse lentamente en ella por primera vez— Tan provocadora... y después con ese minúsculo bañador blanco, eres el diablo, pelirroja.

—De haber sabido, lo hubiera hecho antes— Nat deslizó sus manos por la espalda del rubio y mordió su hombro para ahogar sus gemidos.

     Cuando alcanzaron el climax, Natasha se abrazó a él un largo rato. Estaba tan agradecida por ser Steve con quien compartiría parte de su vida y de sus hijos, él era el hombre más íntegro que jamás había conocido... siempre hacía todo para apoyarla, sin importar el sacrificio que implicara y lo mismo de ella hacía el. Le sonrió y le dio un beso en la mejilla, estaba más que satisfecha con el trato.

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Espero no haberlas decepcionado, porque sepan que es mucho más fácil la práctica, que escribir la teoría...

Mis versiones de Steve no son tan correctas como se supone que debería de ser, pero pobre hombre, dejémoslo que disfrute 😏

Hasta la próxima!

IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora