«Capitulo 13»

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   Steve se recargó en el marco de la puerta para observar de cerca y sin ser notado la escena ante sus ojos. Nat alimentaba a su hijo, meciéndolo y cantándole muy bajito para arrullarlo. El Niño nunca había estado tan apacible, pareciera que en el momento en el que tocó por primera vez los brazos de su madre, había entendido quien era y todo lo que la había necesitado desde su nacimiento.

    Nat sintió la mirada y levantó la vista para encontrarse con un perfecto par de ojos azules.

—Hey— Le saludó al rubio, mientras colocaba al bebé recargado contra su hombro para darle palmaditas y sacarle el aire.

—Pensé que tendrías hambre, Nat... puedo quedarme mientras vienes a comer.

—Estoy bien, gracias Steve.

—Puedo traer hasta aquí la comida y comemos junto a los niños, ¿te parece?.

     La pelirroja asintió. Las últimas semanas habían sido algo difíciles, debía acoplarse a los horarios de los tres niños que ahora dormían plácidamente. Había asumido el rol completo de mamá y ahora la preocupación constante no la dejaba tranquila... aunque la Natasha racional le pedía calmar su miedo absurdo, la madre le decía que eran pequeños y que necesitaban de ella, como ella de sus hijos.

    Steve creía que era cuestión de superar lo que había pasado tres meses antes, la idea de morir y dejarlos solos le aterraba de sobre manera y ahora en eso se basaban sus pesadillas. En un día no volver a despertar de un sueño. 

    Steve entró con una bandeja llena de lo necesario para comer ambos adultos, un par de sándwiches, ensalada, limonada y cómo postre un trozo de pastel de queso para Nat.

     Al verlo, dió un beso al pequeño y lo recostó junto a sus hermanas. Los tres compartían cuna porque desde que nacieron era la única forma en que se mantenían tranquilos, sólo estando juntos.

—No te había dicho lo linda que quedó la habitación, Steve... el mural es bellísimo, bueno todo lo es...

—Quería hacer algo por los niños... pero creo que todo salió mal. El día que te llevaron de emergencia al hospital, yo estaba aquí... de haber sabido yo... Perdóname Nat, te juro que yo quería estar ahí.

     El tema no se había tocado. No porque él no quisiera, sino que Natasha creía que debían pasar página y comenzar su vida como padres solo enfocándose en lo bueno que tenían. Los niños estaban sanos, ella también... para que revivir el pasado, si no ayudaría de nada.

      Nat checó su reloj de pulsera, tenía aproximadamente de dos a tres horas antes de que los niños despertaran para comer. Tomó la mano de Steve, para arrastrarlo a la habitación contigua, que era la de ella y dejó la puerta un poco abierta para estar al pendiente de los bebés.

—¿Podemos dejar eso atrás?— le preguntó Nat en un tono suave— Eso pasaría estando tú o no... no es tu culpa cariño, tú eres el mejor padre del mundo... y eres perfecto conmigo, que de eso no te quepa duda.

—No se que haría sin ti, Natasha Romanoff...

—Nunca lo sabremos— Le pelirroja rió y pasó los brazos por la cintura del rubio—lo que se, es que podemos hacer las siguientes tres horas libres...— subió sus brazos hasta alcanzar su cuello para acercarlo y robarle un beso.

     Steve metió las manos por debajo de su vestido y tomó sus muslos para levantarla, ayudándole a rodear su cadera con sus suaves piernas. La apoyó contra la pared e invadió su boca con un desesperado y largo beso.

IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora