«Capitulo 10»

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AGOSTO

     El quinto mes había sido más pesado de lo que pudiera imaginar. Le era imposible conciliar el sueño, a pesar de que Steve intentaba hacer su magia con los trillizos, no lograba calmarlos y pasaban toda la noche haciendo piruetas y presionando sus adentros, de modo que permanecía sofocada.

     Durante el día se mantenían tranquilos y era cuando Nat podía tomar una siesta, que no era tan reparadora como unas buenas ocho horas de sueño, pero al menos lograba descansar un poco; Andar por el lugar era más complicado cargando un tercio más de su peso normal.

     Y que decir de las hormonas, por todo lloraba. Lloraba si no encontraba helado en la nevera, si veía una comedia o si un zapato estaba muy abajo de la cama y no podía agacharse. Steve había sido muy paciente con ella y eso le hacía apreciarlo aún más. Él no tenia porque soportar esa locura y sin embargo ahí estaba para ella, para apoyarla y para controlar sus berrinches.

—¿No te dejan dormir?— le preguntó el rubio, que sintió a Natasha removerse en la cama de un lado a otro.

—No, creo que serían muy buenos en el Cirque du Soleil— murmuró una cansada Nat.

     Steve bajo en la cama hasta quedar a la altura del vientre de la pelirroja y levantó su camisón para sentirse más cercano a los trillizos.

—Es hora de dormir—tocó la superficie del vientre de Nat y acercó su oído a este— Su mamá necesita descansar hijos, cuando salgan de ahí no querrán ver la cara de rocket en lugar de ver la bella cara de su madre..

     Natasha golpeó el hombro del rubio, que reía ante al comparación de la pelirroja con el mapache. Era muy cierto que había una sombra amoratada bajo sus ojos que el maquillaje no lograba simular al cien por ciento.

—Están muy inquietos, más que otras noches...— comenzó Natasha preocupada.

—Creo que ya no tienen mucho espacio ahí dentro y no están cómodos— dijo Steve imaginando cómo sería estar en un espacio tan reducido y compartiéndolo con otros dos humanos.

—No quiero imaginar cómo estarán en dos meses más, si llegamos a eso— Nat cubrió sus ojos con su antebrazo, intentando relajarse.

—¿Qué puedo hacer para hacerte sentir mejor?.

—Solo abrázame, necesito mi almohada humana.

     Nat acomodó la cabeza sobre el pecho de Steve y cruzó su brazo derecho a través de su abdomen para abrazarlo, luego subió una de sus piernas en las de él para estar más cómoda.

    Era la única posición en la que lograba sentirse bien, teniéndolo tan cerca para aspirar el aroma de su shampoo corporal y escuchando el palpitar de su corazón, que se convertía en una nana y la arrullaba lentamente.

    Horas después despertó para encontrar una cama vacía... probablemente Steve estaría entrenando desde las seis de la mañana, cosa que le molestaba. ¿No podía solo quedarse con ella en la cama y olvidarse de todo por un día? Gruñó y se levantó haciendo algunos movimientos para balancearse y poder reincorporarse sin perder el equilibrio.

     Pero al ponerse de pie, tuvo una sensación que no había tenido antes. La doctora le había mencionado que podría estar sintiendo contracciones de Braxton Hicks después de las veinte semanas, pero según le explicó no debía sentir dolor, solo incomodidad y presión... pero su vientre estaba tenso y sentía un dolor subir por la espalda que comenzaba a asustarla.

     Llamó a Steve un par de veces, pero este no respondió.

     Probablemente tenía el teléfono guardado entre sus cosas y le era imposible escuchar el timbre. Le pidió a Friday que lo buscara, pero le dijo que no se encontraba en el complejo.

Maldita sea

     Luego intentó contactar a la Dra pero estaba en cirugía. Estaba comenzando a preocuparse realmente. Tomó su bata para enredarse en ella y salir a buscar ayuda. Odiaba ser débil y no poder valerse por sí misma en esos momentos.

     Con pasos lentos llegó hasta la sala, la cual estaba vacía, o lo estaba hasta que sintió el aroma de un perfume que le hizo sentir náuseas. No era broma lo de Sharon provocándole malestares.

   Solo la vió de frente a ella, observándola detenidamente con una mueca de sorpresa y desagrado. Que agradeciera que no estaba en condiciones para hacerla besar el suelo.

—Romanoff— saludó la rubia, viéndola de arriba hacia abajo. Había escuchado que estaba embarazada, pero no sabía que estaba tan... hinchada y deforme— Busco a Steve, tengo algo para él... ¿sabes dónde podría encontrarlo?

—¿Qué crees Carter? Se me salió del bolsillo, lo siento... no puedo ayudarte— le respondió apretando la mandíbula y llena de repentino enojo.

Sharon rió y volteó los ojos.

—Yo se en el bolsillo de quien está...—se alisó la blusa y arregló su cabello— Si lo ves dile que tengo lo que él quiere y puedo verlo está noche en mi oficina. Adiós Romanoff, cuidado con las calorías.

     La vió darle una sonrisa sarcástica y girarse para salir del lugar contoneándose exageradamente. ¿No se daba cuenta que era tan insípida que no tenía nada que contonear?.

     Estuvo a punto de regresarla jalándola del cabello, cuando sintió un tirón en el vientre y un dolor que la hizo sentarse. Temió lo peor cuando sintió sus piernas mojarse y al ver el suelo había sangre.

—Hey Nat, ve esto... los bebés se verían muy monos con...— Wanda se acercó para enseñarle algo en su móvil, pero se detuvo al ver la cara de la pelirroja, que había perdido el color— ¿Qué sucede?

—No me siento bien— Se recostó en el sofá al sentir otra oleada de dolor—¿Dónde.. dónde está Steve?

—¡Friday! ¡Llama a Steve, llama a todos! ¡Nat necesita ir al hospital!— Alcanzó a escuchar decir a Wanda antes de que todo se volviera negro...

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IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora