Los tres mosqueteros
*
El sábado por la mañana desperté por unos golpes en mi puerta. Somnolienta me levanté de la cama y caminé hasta la puerta de mi habitación para abrirla.
Eris me miraba con reproche mientras tenía ambas manos en su cadera.
Oh, no, estaba demasiado molesta.
—Se supone que ibas a llevar a los chicos Salvatore por el pueblo. ¿Qué haces aún en pijama? —No contesté su pregunta, porque estaba muy segura de que recibiría un regaño tan grande como mi primera cicatriz.
—Estaré lista en cinco minutos.
Eris alzó una ceja y murmuró algo en francés para luego irse escaleras abajo. Cerré la puerta otra vez y me dispuse a caminar a mi baño.
El agua caliente me relajó, afuera hacía tanto frío que al instante el vapor del baño empaña las ventanas de mi habitación. Al salir me dirigí al armario y busqué algo abrigado. Opté por unos pantalones sencillos de jean, largos, un suéter por dentro de color blanco, un abrigo súper calentito de color beige y en mis pies unas zapatillas blancas. Mi cabello estaba seco, por lo que tomé un gorrito gris y tomé mi cartera, algo pequeña, en la que cabía dinero y mi celular. No salí sin antes tomar la bufanda a juego con mi gorro.
Abajo Eris preparaba el desayuno y llevaba algo tan abrigado como yo. Su pantalón de pijama, que no había notado, por cierto, era largo y sobre ella llevaba un abrigo sencillo.
En Barley hacía demasiado frío como para andar en prendas cortas por ahí.—Come rápido y sal, Devora ya llamó para decir que los chicos están esperándote. —No reclamé nada y me dispuse a comerme las tostadas francesas que Eris había preparado.
Cuando terminé no me dejó siquiera poner el plato en el fregadero y ya me estaba empujando hacia la puerta.
Eris en serio estaba metida en el asunto de que saliera con esos chicos. Y yo ni ánimos tenía. Literalmente, ella me ofreció como carnada.
Crucé la calle y salté los charcos congelados de la entrada de los Salvatore. Suspiré, me acomodé mi bufanda para no congelarme y di dos toques en la puerta. Mientras esperaba a que la abrieran, me puse a recordar un montón de cosas.
Cuando tenía dieciséis había tenido mi primer flechazo y al parecer, a mi prima le gustaba también. No quería pelearme por ese chico, al final... Nada resultó bien. Él no era quien Cass y yo creíamos. Ambas, hasta el día de hoy, guardamos un oscuro secreto que ni siquiera nuestros padres sabían.
Luché durante tres años por olvidar todo lo que sucedió y hacer como que nada pasó. Obviamente no era fácil; cada vez que Cassey venía de visita a Barley, no podíamos dejar sacar el tema a relucir frente a mis padres y Eris. Solo Cassey, Bea y yo sabíamos lo que había ocurrido."Pasó hace tres años. Los muertos no pueden revivir".
Salí de mi trance cuando vi a Devian frente a mí, sonriendo y con ojos brillantes. Iba bien abrigado y parecía sacado de una revista de Calvin Klein. Detrás de él venía Dominic, igual de impecable que él y por último estaba Dante.
Bien, los tres estaban guapos. No sé si era su ADN italiano o de verdad sus padres lo hicieron con ganas. Iba a tener problemas con todas las chicas de Barley si los veían ya.
Me dispuse a caminar hasta la calle, tratando de no resbalar por el hielo y diciéndoles a los tres Adonis que no se despegara de mí o se perderían.
Caminamos muchas horas, les mostré cada local y calle de Barley. Pasamos por unos cafés cuando dieron las doce, nos temblaban las manos y los chicos me preguntaron dónde vendían cafés ricos. Los llevé directamente a Sally, la cafetería en donde trabajaba Bea.
Al entrar todas las personas se nos quedaron mirando, yo iba detrás de los chicos hacia la caja en donde Beatriz estaba tecleando las órdenes de los clientes.
ESTÁS LEYENDO
Los Salvatore ✔
Mystery / Thriller¿Y si tus vecinos llegasen justo cuando los cadáveres comenzaron a aparecer? ¿Y si ya no puedes confiar ni en ti misma? ***** Los ojos de todo Barley están sobre los Salvatore, recién llegados de Roma y con aspecto muy normal al igual que cualquier...