Capítulo 24: Ojitos a Mami

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Mini Maratón 2/4

Volví a tomar otro baño para recostarme en la cama solo en bóxer y en top.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?

Preguntas que se respondían sencillamente:

¿Cómo? Con mis propias manos lo haría pagar.

¿Cuándo? Entre más pronto mejor.

¿Dónde? Dónde todo comenzó.

Suspiré, me comenzaba a dar dolor de cabeza.

Sabía que debían regresar pronto. Debían pasar de las tres de la tarde.

Mis Bestias debían estar cerca.

Me levanté y fui a la cocina para tomar alguna botella de agua que Calle había comprado y dejado sobre la encimera.

Me senté en uno de los taburetes de la encimera mientras me tomaba el agua.

Amaba mi hogar, lo conocía perfectamente. Tenía demasiadas memorias que atesorar, pero no podía darle un hogar a mi familia en el mismo lugar donde viví y dónde también habían tantos recuerdos y evidencias de Majo.

La casa en la playa era una excelente opción, pero no me sentiría a gusto allí.

Debía vender esa casa y buscar un verdadero hogar para mí pequeña familia.

-Haciendo planes futuros y de hogar con Calle... Ni somos novias y quien sabe si de nuevo está utilizándome. -Reí.

Era una gran probabilidad, pero de Calle era difícil creer en algo en específico.

No me importaba, igual Ángel era mi hijo y le iba a dar todo lo que mereciera.

-Espero que no me falles esta vez, Bonita. -Murmuré.

Escuché como la puerta para bajar se abrió y sonreí. Ya estaban de nuevo conmigo.

-Calle... -Escuché unas pisadas rápidas que se acercaban a mi y al instante unos brazos a mi alrededor. -Oye, Bonita... Ya veo que me extrañaste. -Le dije con una sonrisa.

-Poché, estás aquí. -Mi sistema se detuvo por un momento.

No era el perfume de Calle, no era la voz de Calle, no era el tamaño de Calle, no había una segunda y dulce voz de Ángel.

-¿Qué haces aquí, Valentina? -Me paré luego de apartarme de ella y retrocedí un poco chocando con las otras sillas.

-Poché... ¿Cómo es que estás aquí? ¿Siempre estuviste aquí?

Fruncí el ceño al escuchar su tono de voz. ¿Estaba llorando?

-Hey, lo siento... Pero no puedo dejar que estés aquí. Tienes que marcharte, Vale. Se supone que nadie puede entrar aquí... ¿Cómo demonios has entrado? -Pregunté con un poco de enojo.

-Vi a Calle llegar ayer con su hijo y unas bolsas en sus manos. Había venido a visitar a papá y solo la ví.

-No me has respondido la pregunta.

-Me quedé en mi habitación y por la mañana escuché un ruido y vi luz desde el sótano. Solo me dio curiosidad y bajé.

-Debes marcharte y nunca decir una sola palabra sobre este lugar o de mi. Márchate, Valentina.

-¿Qué te ocurre, Poché? Solo quiero saber de ti y... y estas así.

-He cambiado demasiado. Solo tienes que saber eso y marcharte. Luego visitaré a tu padre, pero no debes decir que he vuelto.

Fin Que MerecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora