Capítulo 32: Toda una Chef

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*Le inserto un mini +18 decorativo. Más inservible que el pobre Internet Explorer*

No duró mucho la tortura. Con suma rapidez ya estábamos sin ropa y ya podía ver a Poché luego de encender una pequeña lámpara.

Estaba perfecta. Era ella. Sus tatuajes. Sus ojos cerrados y su forma de hacerme el amor como nadie.

-Te amo. -Pronunció cuando se vino dentro de mí y la atraje a mi boca para besarla.

-Te amo como no tienes idea. -Se bajó de mi y quedó acostada a mi lado.

-Perdón por desaparecer. -Dijo y me acerqué para recostar mi cabeza sobre su pecho.

-¿Qué pasó, Poché? ¿Por qué lo hiciste?

-Tenía que pensar mucho... demasiadas cosas. Tenía que arreglar unos asuntos.

-Dime cuales. Quiero que seas sincera.

-Asuntos mentales... Asuntos médicos.

-¿Médicos? ¿Estás enferma?

-Sí y no. Médicos... He tomado una decisión. Fui con unos doctores. Uno de ellos fue uno de tus colegas.

-¿Te operarás?

-Sí. -La besé sin más. Solo la besé. -Bestia... Es probable que no funcione la operación. Quizás solo sea un intento fallido.

-Pero lo intentarás. Te darás la oportunidad de intentarlo.

-Solo quiero ver a Ángel. Quiero ver a mi hijo y a ti... verte de nuevo. -Dijo con una media sonrisa.

-Es tu mini copia.

-Quiero una familia contigo. -Soltó sin previo aviso.

-¿Ah?

-Quiero una familia contigo. -Repitió.

-¿Tres hijos perrunos y Ángel no son familia suficiente?

-Sí, pero aunque sea uno más. Además quiero darle sentido a mis dos cachorros. -Me dijo y sonreí mientras negaba con la cabeza.

Sabía que hablaba de su tatuaje. Quería dos Mini Bestias como en su tatuaje.

-¿Segura?

-Sí y mucho.

-Entonces... -Besé su barbilla y me subí sobre su cintura. -Hay que trabajar duro para tener una familia. -Le dije y sonrió antes de llevar sus manos hasta mi trasero y apretarlo.

-Muy duro, usted lo ha dicho.

No sabía de donde Poché sacaba tantas energías, pero ahí la podía sentir. Lista para mí y yo lista para ella.

Me hizo quedar debajo de ella.

La ví como fue bajando hasta llegar a mi feminidad. Nunca me sentí a gusto para el sexo oral, pero Poché me hacía desearlo.

Sabía jugar bien con su lengua en cada punto exacto. Sabía muchas cosas que ni yo sabía, pero ahí estaba ella. Haciéndome gemir solo con su boca.

Subió hasta mis pechos y comenzó a dejar besos por todos ellos y yo solo podía permanecer con los ojos cerrados dejándome llevar por ella. Sus caricias y su roce era una perfecta tortura.

-Te amo. -Pronunció y acto seguido la sentí entrar lentamente en mi.

-¡Te amo! -Grité con una sonrisa.

Fin Que MerecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora