Capítulo 25: Viejo Amigo

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Mini Maratón 3/3


Volví a sentir como Calle y Ángel se marchaban.

A penas era martes y ya quería que fuese sábado para poder quedarme en la cama con ellos.

-Cinco minutitos más... -Volví a acomodarme para dormir.

****
Abrí los ojos, mucha luz tanta que dolía.

-Tranquila, ya te acostumbrarás.

-¿Paisa?

-Me avisas si esperas a alguien más. -Lo ví cruzarse de brazos, bueno... Su silueta cruzándose de brazos.

-¿Qué ocurrió, Bro?

-Balazo a su cabezota. -Hizo el gesto de dispararse a la cabeza con su mano. -Debías calmarte, Poché... Bueno, mejor dicho... Majo.

-Me vale madres.

-Tan educada como siempre.

-¡Ya ves! -Me senté en el suelo mientras comenzaba a ver mejor.

-No te servía valer madres. Más cuando tenías una pequeña vida por la cual cambiar.

-Calle y Sebas lo podrán creía mucho mejor que yo.

-Al final te rendiste. No lo creí de ti.

-No me he rendido. -Dije de mala gana.

-Pues creí haber escuchado que le dejabas el terreno libre a Sebas con Calle y le dejabas a su cargo a esa pequeña parte de ti.

No respondí. Solo cerré mis ojos y me recosté en el suelo.

-Entonces... ¿Si escuché bien?

-Estoy muerta. ¿Qué opción tengo? ¿Un correo directo al domicilio de Calle para enviarle un "aléjate de Sebas"?

-¿Quién te dijo que estás muerta? Tonta... El balazo te hizo mal la verdad. Estás en el llamado coma. En un hospital.

****

Abrí los ojos. Solo oscuridad, había sido solo un sueño más.

Cuando podía ver, quería todo oscuro y no dejaba que la luz entrara a casa. Ahora que no podía ver, quería luz.

Pasaron los días, era viernes.

La misma rutina, Calle y Ángel se iban y yo me quedaba sola.

Calle me había ayudado preparando las máquinas de hacer ejercicios y al menos tenía variedad para distraerme.

Quería sentir el aire fresco, aire natural.

Subí las escaleras con cuidado hasta salir al patio.

El vecindario estaba silencioso. No lo recordaba tan silencioso.

-Claro... Siete años, ya los niños han crecido.

Llegué a la puerta del garaje.

No sabía sobre mis bebés. Quizás estaban echándose a perder allí dentro.

Intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada con candado.

Me deslicé hasta quedar sentada contra la puerta.

-Bebés, no las abandoné. No quise hacerlo, hubo fuerzas mayores a mi voluntad que me llevaron a apartarme de ustedes y de quien amé, pero quien amé me trajo de vuelta y estoy aquí de nuevo. -Hablé con las motos.

Fin Que MerecióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora