Paintings

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𝟕: 𝒫𝒶𝒾𝓃𝓉𝒾𝓃ℊ𝓈

𝟕: 𝒫𝒶𝒾𝓃𝓉𝒾𝓃ℊ𝓈

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La noche de Halloween había llegado por fin. Todos en los pasillos del instituto hablaban de cómo lo celebrarían: discotecas, salidas con amigos, maratones de películas (también con amigos)... Pero todos iban a ir primero a la fiesta que celebraba el instituto.

Esa tarde, como miembro del consejo estudiantil, estabas ayudando a tus compañeros a decorar los pasillos para la gran noche. Y mientras te apoyabas en la pared, subida a una escalera, para colgar uns guirnaldas de color naranja y negro, sentiste un tambaleo que te hizo gritar y aferrarte a las taquillas con las uñas. Cuando la escalera se volvió firme, bajaste la mirada para encontrarte con las sonrisa burlonas y maliciosas de algunos de tus compañeros de clase.

—Asegúrate de que eso quede bien puesto, idiota— dijo Danny, uno de los chicos de tu clase, mientras se separaba de su novia Laurel y le daba otro golpe a la escalera. Volviste a aferrarte a las taquillas y ellos se alejando riéndose. Solo suspiraste mientras volvías al trabajo.

En clase nunca habías sido la típica chica con la que se metían. No tenías demasiado contacto con nadie salvo con una chica con la que tenías gustos en común. Los demás siempre te habían sido indiferentes, así como tú a ellos, pero en estas últimas semanas habían comenzado a molestarte, a pesar de que no habías hecho nada para merecerlo.

—¿Estás bien?— Bajaste la cabeza para ver a Mónica, la chica con la que solías hablar. Se había movido de pasillo para seguir pegando pancartas en las paredes.

—Sí, no te preocupes.

—Tranquila, pronto se aburrirán— dijo. Pero ya habían pasado varias semanas y seguían sin aburrirse, por lo que estabas empezando a perder la esperanza.

Por la noche, todo estaba listo para la fiesta, que se celebraba en el gimnasio del instituto. Todos iban vestidos con todo tipo de trajes: Jocker, calabazas, esqueletos, de La Casa de Papel, de La Purga, gatas negras, asesinos de las películas de terror clásicas... era una lástima que a ti solo te hubiese dado tiempo a ponerte una camisa blanca, unos vaqueros negros y una diadema con un cuchillo ensangrentado un poco cutre. Estabas parada en una esquina, con una galleta de mantequilla con forma de calabaza en la mano, dándole pequeños mordiscos  mientras abrías una y otra vez tu tablón de mensajes, esperando una excusa para avandonar el gimansio.

Divisaste el grupo de Danny y Laurel, que iban disfrazados de jugador de fútbol y animadora zombie, y rápidamente fuiste a esconderte entre la multitud para que no te vieran sola. Aunque fue demasiado tarde. Antes de que pudieras mezclarte entre los estudiantes disfrazados, Danny ya te había visto y estaban yendo hacia ti.

El miedo y la adrenalina provocaron una reacción explosiva en tu interior que te hizo empezar a correr, empujando a la gente que se ponía en tu camino. Comenzaste a hiperventilar. Aunque no corrías con demasiada rapidez debido a los tacones que te habías puesto.

—¿Adónde vas?— escuchaste gritar a Laurel, con un tono de mofa en su femenina voz. Ya habías aguantado bastante sus bromas, ¿qué serian capaces de hacerte aquella noche? No querías ni saberlo, por eso decidiste correr.

—¡Eh, ve con cuidado!

—¿Qué demonios te pasa?

Abriste las puertas del gimnasio de un empujón y acabaste en el pasillo principal del instituto. Miraste de un lado a otro, sin saber hacoa donde escapar. Entonces, corriste hacia las taquillas y comenzaste a intentar abrirlas una tras otra hasta que la puerta de una que no estaba bien cerrada se abrió. Automáticamente hiciste presión para meterte dentro, cerraste la pierta y te tapaste la boca con una mano mientras que con la otra sostenías el cerrojo de la taquilla para evitar que se abriera.

—¿Dónde está?— preguntó Laurel, con fastidio. Rezaste mentalmente para que no se acercaran a las taquillas.

—Seguro que ha salido corriendo del instituto de vuelta a casa— respondió otra chica.

—Danny, coge el coche.

—¿Qué?

—Que lo cojas. Vamos a por ella.

Sollozaste en silencio, aliviada, mientras los escuchabas alejarse. Sin embargo, sus pasos se detuvieron y el grito desgarrador de Laurel te hizo casi gritar a ti también. No podías ver nada, pero sí podías oír ruidos extraños y desagradables acompañados de gritos agónicos y aterradores.

Dudaste si abrir la puerta de la taquilla o quedarte dentro. ¿Y si estaban intentando hacerte salir de tu escondite? ¿Y si en cuento salieras no te dejaran escapatoria? Pero, ¿y si les estaba ocurriendo algo malo de verdad?

—¡No, por favor!— esa era la voz de Danny —¡No!— otro grito desgarrador perforó tus oídos. Reconociste el sonido de la carne siendo arrancada por la fuerza. Removida, cortada. ¿Qué estaba pasando?

Goteo. Crugidos. Comenzaste a llorar. Entonces, soltaste la cerradura de la taquilla y saliste de tu escondrijo con dificultad. Después, te giraste en la dirección del pasillo que habían tomado ellos y tus ojos casi se salieron de tus órbitas.

El suelo del pasillo están manchado de sangre, los cuerpos de Danny, Laurel y los demás estaban desparramados por el suelo, llenos de cortes y de sangre. Sus miembros habían sido arrancados, sus estómagos cortados y sus órganos sacados. Te cubriste la boca con las manos, pero no te atreviste a gritar al ver a una figura de pie, de perfil a ti.

Vestía con una chaqueta azul y unos pantalones negros. Su cabello era del mismo color, así como el de sus guantes de cuero. Con un pincel desgastado estaba dibujando en la pared, usando la sangre como la pintura.

Ahogaste un grito que se te quedó en la garganta. Él se dio la vuelta a verte y reteocediste al ver que llevaba una mascara blanca de ojos negros con una sonrisa irregular roja pintada.

¿Qué era aquello, algún tipo de broma cruel?

Comenzaste a temblar y te agachaste de cuclillas en el suelo. Te cubriste la cabeza con las manos y comenzaste a llorar. Pero te callaste de inmediato cuando abriste los ojos y le viste a pocos centímetros de ti. No te atreviste a alzar la mirada más allá de sus desgastados zapatos, manchados de sangre.

—No soporto a los matones— murmuró, con una voz ronca y rota. Se dio media vuelta y se fue. Al cabo de un rato, alguien pasó por allí y te encontró frente aquella horripilante escena; no tardaron en llamar a la policía. No obstante, para ese entonces, el joven de la máscara sonriente había desaparecido, y lo único que quedaba de él eran sus pintadas en la pared: caras sonrientes.

  
𝙱𝚕𝚘𝚘𝚍𝚢 𝚙𝚊𝚒𝚗𝚝𝚎𝚛.

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓 ❨Creepypastas' one-shots❩©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora