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𝟐𝟗: 𝓢𝓪𝓯𝓮

Oc y pedido de MartinaBenedi

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Oc y pedido de MartinaBenedi




-Te lo juro, una decepción amorosa más y me convierto en ti- fruncí el ceño cuando Tina me señaló de esa forma tan descarada. Mis ojos le mandaron puñales y automáticamente alzó las manos en señal de rendición -. Era broma, era broma. No te pongas así, Martina, das miedo.

-Por eso no ligas- murmuró Zack.

Yo sólo llevaba horas en esa casa, pero ya había aguantado suficientes humillaciones.

-Mirad, estoy muy ocupada y tengo cosas mejores que hacer que escuchar a una llorica que no es capaz de tomar decisiones y un intento de fuckboy.

Los dos alzaron sus miradas ofendidos mientras yo me acercaba a coger mi chaqueta del perchero del recibidor para ponérmela.

-Ha sido un error venir aquí. La próxima vez, si queréis a alguien que haga de pañuelo para los mocos o de saco de boxeo, ni se os ocurra llamarme- abrí la puerta y me marché.

Bajé las escaleras que descendían hasta la puerta del portal y salí a la calle. El frío me golpeó rápidamente en la cara y tuve la necesidad de ponerme la capucha para protegerme.

Sí, aquellos eran mis amigos. Los amigos que siempre me habían dado la espalda cuando más los necesitaba y luego habían vuelto cuando ellos querían un hombro sobre el que llorar. No sería la primera vez que Tina me llama después de meses de silencio porque no logra superar a su ex o porque un niñato le ha dado calabazas, porque no tenía buen gusto para los hombres. Y Zack siempre estaba a su lado intentando llamar su atención fingiendo ser un chico malo sin corazón, aunque yo sabía perfectamente que nunca lograría quitarse la etiqueta de amigo, por más que lo deseara.

Yo siempre fui la olvidada porque a ellos nunca les gustó que siempre les dijera las cosas directamente, que fuera sincera y que no tuviese ningún tacto a la hora de señalar lo que hacían mal.

Esa misma noche tomé la decisión de no volver a verles. De no volver a ser el pañuelo de locos con cara de aburrimiento.

Me paré en seco cuando empecé a escuchar pasos que no eran los míos detrás de mí. Estaba claro que había tomado una decisión estúpida yéndome así en plena madrugada, con un frío que pela en la calle, sin abrigo suficiente y unas pocas monedas para coger el autobús que me dejaría en la puerta de mi casa.

El corazón me dio un vuelco y comencé a temblar bajo mi chaqueta con lana de imitación. Comencé a caminar a base de pasos más grandes, buscando calles más transitadas y rezando por encontrar alguna tienda abierta. Pero casi a la una de la madrugada, dudaba que hubiera gente o alguna tienda en la que pudiera entrar para estar a salvo.

Algo me tocó los hombros y me impidió moverme. Unas manos gigantes y calientes y un olor a alcohol putrefacto que me dio ganas de vomitar.

-¿Qué hace una chiquilla como tú, sola, por estas calles? ¿Quieres que te acompañe a tu casa, pequeña? ¿O prefieres que vayamos a la mía?

Ni siquiera respondí.

Me liberé de sus manos y eché a correr tan rápido como mis congeladas piernas me permitieron.

-¡Oye!

Escuché con horror cómo él salía corriendo detrás de mí, insistiendo en que le acompañara, que no me haría daño.

No me lo creí. ¿Quién lo haría?

Giré en todas direcciones. No lo llevaría hasta mi casa, así que decidí perderme para perderlo a él.

Me metí por callejones estrechos y manzanas, pero no lograba quitármelo de encima. No hasta que llegué a un aparcamiento y tropecé con el bordillo. Rápidamente intenté ponerme en pie, pero una mano me agarró del tobillo y me arrastró por el suelo.

-¡Por fin!- gruñó el hombre, jadeando por haber estado tanto rato corriendo. Sudaba y parecía un animal hambriento. Temblé debajo de él como un ciervo herido que deseaba escapar -Quédate quieta de una vez y...

Le di una patada en el estómago para alejarme de él. Me soltó y soltó un grito de dolor, pero su mano me alcanzó y me inmovilizó en el suelo, de espaldas.

Empecé a llorar.

-¡Suéltame! ¡Socorro!- chillé, pataleando e intentando soltarme de su agarre. Quería bajarme los pantalones, arrancarme la chaqueta; quitarme la ropa.

-¡Cállate!- me apretó los brazos más fuerte y yo sentí que me los iba a romper. Sin embargo, se quedó parado un segundo y entonces, alzó la mirada -¿Eh? ¿Y tú qué coño quieres?

Silencio. Solo se escucharon mis sollozos durante segundos que me parecieron eternos. Súbitamente, el hombre me soltó en contra de su voluntad, arañando mis brazos y llevándose un trozo de mi chaqueta consigo mientras empezaba a chillar y a suplicar.

Sin importarle el dolor de los brazos, me arrastré por el suelo hasta que logré ponerme en pie para escapar, sin dejar de escuchar el sonido de la carne siendo arrancada y cortada con violencia, los huesos romperse y la sangre siendo derramada por el suelo. Palidecí y sentí que se me helaba la sangre.

-Quieta- escuché una voz desde las sombras. Los sonidos brutales cesaron y escuché las suelas desgastadas de unos zapatos arrastrarse por el suelo húmedo del aparcamiento.

Algo goteaba.

Apreté los puños y me di la vuelta para enfrentar a aquella persona de la sombras.

-Gracias.

Y, de nuevo, silencio.

Apreté los puños e intenté controlar mi respiración.

-¿Me das las gracias?

De la oscuridad salió la figura de un hombre algo más alto que yo, cabizbajo y vestido con una sudadera blanca, unos pantalones negros y unas zapatillas, lleno de sangre. En su mano derecha sostenía un cuchillo bastante grande que goteaba ese líquido rojo.

Me quedé rígida en el suelo, fría. No era capaz de moverme. Por el contrario, él se acercó y me recogió el pelo detrás de la oreja.

-Me parece que no sabes lo que está ocurriendo.

Una lágrima rodó por mi mejilla.

Su piel era completamente blanca, sus ojos estaban rodeados de negro e inyectados en sangre, de color azul y sin brillo. No podían cerrarse. Y su boca... las comisuras de sus labios estaban cortadas de forma asimétrica e irregular, en carne viva y con sangre seca.

-Me has salvado de ese hombre, ¿no?- inquirí, temblorosa.

Él rio de forma estruendosa. Se dobló un poco hacia atrás y se llevó una mano a la frente, como si la situación fuera graciosa. Yo no fui capaz de reaccionar.

Su mano me tomó del brazo con fuerza y me acercó a él de un tirón. Su cuchillo se posó en mi cuello y a mí se me cortó la respiración.

-¿Y quién va a salvarte de mí, encanto?

𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓 ❨Creepypastas' one-shots❩©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora